lunes, 13 de enero de 2014

La casa que fue, por Israel González

La casa que fue

por Israel González

Mi casa termina en un arroyo.
En el patio larguísimo crece un limonero, árboles de jocote chiapilla e iguanita, papausas blancas y rosas, un árbol de matarratón y un maguey enorme, epazote, tomate rojo, chile “mira pa’rriba”, chipilín y maíz que mi papá acostumbra sembrar en la época correspondiente.
Mi madre tiene gallinas y pollos a los que torturo levantándolos del pico hasta que empiezan a aletear de asfixia.
A veces mi papá trae de los lugares en donde trabaja, animales diversos: una tortuga, iguanas con la piel de piedra, un armadillo, un tlacuache, camaleones, unos cerdos felices de vivir en el lodo hasta que concluyen sus días en la mesa de todos.
En tiempo de seca mis hermanas y yo recolectamos caracoles del arroyo y mi mamá cocina un riquísimo caldo con ellos.
En tiempo de agua el patio se inunda de sapos que intentan todo el tiempo, a la luz del quinqué, meterse a la casa.
Mi hermana la mayor se encarga de agarrarlos de una pata y de arrojarlos otra vez a la oscuridad y a la humedad de afuera.
Me gusta andar descalzo y hacer barquitos de papel que la lluvia se lleva.


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