viernes, 3 de enero de 2014

Arreglando maniquíes, por Jezquel Chávez

Arreglando maniquíes
 
Por Jezquel Chávez

Mapa risístico, parte 1.

 

Decidí recorrer las calles de Xochimilco para poder conocer algo más sobre su cultura. No sabía dónde ir, así que mi mejor opción era visitar la página de internet de la delegación. Pensé que encontraría información de los lugares más representativos de la comunidad. Desgraciadamente, encontré un mapa turístico que me llevaría a recorrer la parte central de Xochimilco. Además también me dio un reflejo de todas los embarcaderos para viajar en trajinera.
Emprendí mi camino con toda la energía posible. El primer destino que elegí fueron las cosas que menos abundaban en mi mente. La casa Amaya y La casa del Arte estaban entre ellas. Muchas personas me habían platicado sobre la segunda, pero realmente jamás la había visitado.
Esperaba encontrar estos dos lugares en una calle que nos diera entrada a una zona turística. En lugar de eso encontré una calle sucia y llena de puestos, la calle Morelos. Pregunté si en verdad esa era la calle y el taxista dijo: “Sí señor, está es la calle ¿a poco no la conocía?”. Desde el asiento del coche buscaba alguna señal que me dijera el rumbo para ir a La casa del arte. Pregunté por el lugar al conductor, pero dijo no saber nada sobre aquel nombre. Me pareció que sería una buena aventura encontrar tan emblemático lugar. Bajé del coche y decidí tomar las calles con mis manos.
Me aproximé a la jauría de puestos, que se encuentran en la orilla de la calle, a preguntar dónde estaba La casa del arte. Sólo una persona supo contestarme y me señaló un edificio que está en medio de la cuadra, algunos metros después de tanto puesto.
Al dirigirme por el lugar indicado me encontré con una enorme puerta de madera abierta. Esperaba localizar alguna cédula informativa, por mínima que fuese, sobre el lugar. Quería encontrar instrucciones en varios idiomas porque en el camino logré ver muchos turistas que parecían de otros países. La realidad no fue así, al aproximarme a los interiores del lugar logré ver que parecía muy abandonado, vi aulas descuidadas y, según entendí, ninguna persona que me diera informes. La verdad es que me pareció el peor sitio para llevar a un turista, no vi nada atractivo en un edificio tan feo. Así decidí salir de ese lugar solitario. Volví a preguntar a la gente que pasaba por la calle, si aquel era el lugar que buscaba. Pocas personas me supieron contestar y quienes lo hacían  respondían inseguros.
Tras la decepción de la dichosa casa del arte decidí ir a La casa Amaya que, supuestamente, está en la esquina de esta misma calle. Parece plan de mi mente no poder encontrar nada de lo señalado en el mapa ¿o será al contrario? Nuevamente me encontré frente a una avalancha de vendedores de pan, fruta, ropa, churros y demás puestos que no me dejaban ver alguna insignia que me dé una pista La casa Amaya. Llegando a la esquina pude ver, entre tantos micros, personas, vagabundos y cacharpos, un pequeño letrero en la imposta de una puerta, entonaba la leyenda: “Farmacia Amaya”. ¿Será esta la Casa Amaya? ¿Será este un lugar turístico?
Decido mejor reírme a carcajadas de este mal pensado mapa y no preguntar más sobre el “famoso” establecimiento. Mientras me río logro ubicar la Jefatura Delegacional, otro de los puntos “turísticos” del “mapa”. Este edifico, naranja en su mayoría, me inspira el peor aburrimiento. Uno de los atributos de esta jefatura es la plaza conjunta. El decorado me parece excelente: un paradero de RTP que adorna con mucha basura todo el lado derecho; un montón de skates que parecen adueñarse de la mitad de la plaza; un reloj, que me dijeron ya han renovado, pero yo lo vi igual y su hora no coincidía con la mía; un edifico horrible en color naranja, que parece nadie ocupa; pequeños montículos de basura aquí y allá juntos con una franja de flores bien regadas que desentonan con el ambiente sucio. La verdad es que me parecen bien intencionados los empeños de la delegación por mantener este sitio de la misma forma, así seguro nuestros turistas se llevarán un buen vistazo de Xochimilco. El camino del infierno está colmado de buenas intenciones. 
Encontré que lo bueno se encontraba enfrente de esta plazoleta. Me di cuenta que en el kiosco al cruzar la calle había todo un  mundo: payasos, vendedores de globos, 
vendedores y tatuadores ambulantes, tríos, boleadores, fuentes sucias, bancas rotas, cestos de basura llenos, gente amontonada,  colillas de cigarro por todos lados, vendedores de libros viejos,  prostitutas, personas hablando, bebés llorando y miles de barrenderos hablando entre ellos en vez de barrer en algún momento. “¡Qué bonito lugar!” es lo único que mi sarcasmo mal hecho puede decir.
En esos momentos mi mente recuerda todas las faltas ortográficas y léxicas que tenía la página delegacional y me pregunto ¿Cómo pude confiar en una página tan fea y mal planeada?
Pero ya les seguiré contando el sufrimiento que pasé con este Mapa turístico o más bien Mapa risistico. Si es que se le puede llamar mapa.
 

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