Post-neoliberalismo
y Post-capitalismo
Por
Matías Cravero
Antes de arrancar con los "post", repasemos primero algunas
definiciones.
El neoliberalismo es una fase del capitalismo, su fase más recalcitrante, donde
lo brutal y lo impersonal se funden en la hegemonía de las finanzas globales
por sobre los pueblos y por sobre los aparatos productivos. Así pues, las
finanzas, llamadas a veces "mercados", embisten contra miles de
millones de personas, en su afán insaciable de obtener ganancias fabulosas a
cualquier costo y en el menor plazo de tiempo posible.
Fue en 1989 cuando se elaboró el documento paradigmático del neoliberalismo
triunfante, el denominado "Consenso de Washington". Ese
"consenso", que en realidad era pura y atroz "bajada de
línea" del "Tío Sam", establecía como dogmas, la disciplina
fiscal y el reordenamiento del gasto público. Dogmas que traducidos a un
lenguaje coloquial significaban y siginifican lo siguiente: Los gobiernos deben
doblegarse ante el capital financiero, deben achicar o recortar las partidas
presupuestarias destinadas a la salud, a la educación, y deben dejar de ayudar
a los desempleados. Los gobiernos deben allanar el camino para que las empresas
obtengan ventajas cada vez mayores. Los gobiernos deben privatizar las ganancias
y socializar las bancarrotas.
Ahora bien, este sombrío catecismo neoliberal, se aplicó casi sin reservas en
América Latina durante la década de 1990, y se está aplicando actualmente con
una fuerza renovada, en Europa.
El capitalismo es el sistema económico hegemónico desde hace siglos. Como todo
sistema económico se estructura a partir de unas relaciones de propiedad
determinadas y de un conjunto de formulaciones ideológicas que lo ensalzan. En
el corazón de las relaciones de propiedad del capitalismo, se erige la
propiedad privada empresarial, sustentada por un circuito en el que inversión,
dividendos, explotación y violencia, se funden hasta convertirse en un solo
monstruo frío dispuesto a todo. Por otra parte, con el correr del tiempo, los
ropajes ideológicos del capitalismo han ido cambiando: liberalismo, fascismo,
keynesianismo, neoliberalismo...
Hechas estas aclaraciones, ahora podemos meternos de lleno con los
"post".
Comencemos entonces por América Latina. En 1999, con la llegada de Hugo Chávez a
la presidencia de Venezuela, comienza en nuestra región (o en parte de ella
para ser más precisos), la etapa post-neoliberal, con una seguidilla de
gobiernos populistas que, tanto en Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y
Nicaragua, emprenden una serie de reformas tendientes a devolver al Estado su
capacidad para marcar algunos límites a las corporaciones económicas, para
invertir en salud y educación, y para redistribuir ingresos. Como dato
"duro" de esta nueva tendencia, cabe citar una estadística recientemente
difundida por el Banco Mundial. En Argentina, entre 2003 y 2009, la clase media
se incrementó de 9,3 a 18,6 millones de personas, una suba que en términos
relativos a la población total es la más importante de la región. Esta
movilidad social ascendente, es una consecuencia directa de distintas políticas
de Estado que propenden a una mayor re-distribución del ingreso.
Y para trazar una semblanza más fina y compleja de lo que viene ocurriendo en
muchos países de nuestra América Latina, habría que agregar aquí, que los
gobiernos populistas no han tomado decisiones post-neoliberales o
neo-keynesianas en forma unilateral, sino como respuesta a las demandas de
muchos movimientos sociales, como parte de un diálogo tensionado por el acuerdo
y el disenso, con gran cantidad de colectivos sociales que vienen resistiendo
al neoliberalismo desde hace décadas. Debe entenderse también que no utilizo el
término populismo de modo despectivo, sino como categoría de análisis para dar
cuenta de formaciones políticas heterogéneas, que a través de distintas
dinámicas discursivas y de diversas acciones de gobierno, delinean un campo
popular y un conjunto de enemigos de ese campo popular. Sin embargo, aún sin
negar sus aciertos, debemos reconocer que las políticas post-neoliberales están
lejos de rebasar el capitalismo, están, al menos por el momento, lejos de
generar un escenario post-capitalista.
¿Cómo puede pensarse entonces una configuración social multitudinaria de
carácter post-capitalista?
Tremendo interrogante que por supuesto, admite una cantidad casi infinita de
respuestas. Pero como este artículo es finito, voy a elegir uno de entre tantos
caminos posibles, para comenzar a arriesgar algo parecido a una
respuesta.
Me parece que para avanzar hacia una sociedad post-capitalista, debemos dejar
de lado algunas ingenuidades. Es tan pero tan difícil, por no decir imposible,
que una mañana nos levantemos y ya no existan ni el Estado ni el Mercado
Capitalista. Es tan pero tan difícil pensar que estos dos monstruos fríos van a
derrumbarse bajo el peso de sus propias contradicciones. Y es en cambio, mucho
más realista, pensar en un camino concreto y complejo, no exento de miles de
ambigüedades, rumbo a la superación del capitalismo. En ese camino, cotidiano y
tangible, el Estado, colonizado por los intereses populares, deberá seguir
siendo, al menos durante un tiempo más, un actor importante, una instancia de
articulación para que los diversos movimientos sociales libertarios converjan
en un plan de acción, que no quede en la mera queja contestataria o
testimonial, sino que pueda transformar el mundo, de formas cada vez más
radicalizadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario