La fotocopiadora estúpida
Israel González
Cuando alguien se refugia –o
parapeta- en la estulticia, de allí nadie lo saca.
Cualquier cosa, menos
reconocer un error.
Se equivocan los tontos, los
distraídos, los otros.
Los inteligentes siempre
encuentran a quien culpar y se desplazan por la vida satisfechos y
triunfadores.
Por eso, cuando en la
papelería pido la fotocopia de un programa de mano, es la fotocopiadora, y no
el dueño, la que saca de cabeza uno de los dos lados.
La
fotocopiadora tonta no sabe cómo borrar ciertas manchas, cómo desaparecer
ciertas líneas incómodas; es tan bruta que no es capaz de aclarar las imágenes
como la de la otra papelería que, para mi desgracia, en este preciso momento se
encuentra a varios microbuses y a otras tantas estaciones del Metro.
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