Sobre Mi 19 de septiembre,
de Balam Isaí Hernández Monreal y otros.
Palabas leídas por Sofía Texcahua en la presentación de este libro
Buenas tardes. Es un placer que puedan acompañarnos en esta presentación del
libro Mi 19 de septiembre, de Balam
Hernández, este pequeño que está aquí.
Para comenzar voy a recordar las palabras iniciales de Vargas Llosa
de su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura:
“Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del
hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la
cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después
recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en
imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio.”
Al igual que el escritor peruano, tanto Balam como yo
compartimos el amor por la lectura y la escritura.
Cuando era más pequeña, mi papá me contaba historias
para dormir. Mis mascotas, personajes favoritos y yo protagonizábamos cuentos emocionantes, viajábamos a mundos
ficticios y superábamos
cualquier adversidad.
Los libros me encantaron desde entonces, pero no fue
hasta que llegó a mis manos El libro
salvaje, de Luis Villoro, que supe que estaba enamorada de las letras.
Lo que me fascinó de Villoro es que para él una biblioteca es más que un
espacio lleno de estantes, es un universo, son pequeños mundos ocultos.
En su libro le da conciencia a los libros, así éstos pueden elegir quien
los lee y quien no; y nos enseña que una página con letras no es más que un
pedazo manchado de tinta si no logra comunicarse con nosotros.
Este libro me cambió mi vida para siempre y fortaleció
mi deseo de escribir.
Empecé a registrar mis sueños y mis pesadillas, luego
escribí sobre mis amigos y sobre lo que ocurría en la escuela; después empecé a
imaginar situaciones posibles mientras jugaba con mis muñecas, y así poco a
poco en mi mente aparecieron dimensiones paralelas.
Todo escritor comienza relatando su vida cotidiana,
prueba de ello es este libro: una recopilación de testimonios sobre un temblor
desde la perspectiva de un niño. En esta ciudad, es imposible que haya alguien
que no haya vivido
un temblor de cualquier intensidad. Recuerdo una ocasión en la que estaba en clase
de matemáticas, en la secundaria, sonó la alarma y mi profesor salió disparado
hacia la puerta, y de paso empujó unas bancas y obstruyó la puerta; con
esfuerzo mis compañeros y yo salimos al patio, estuve a punto de caerme en la
escaleras pero una amiga me sujetó. Ya en el patio, hubo quienes se angustiaron
y empezaron a llorar. Esa experiencia no se compara a la que tuve el 19 de
septiembre, por suerte ese día estaba en mi casa, en la planta baja y mi
familia estaba cerca. Como yo, muchos tenemos una historia sobre un temblor, se
escriben y se escribirán libros al respecto, ¿Pero cuántos serán de niños?
¿Cuántos dirán de primera mano lo que vieron los ojos de los infantes?
En toda literatura hay un testimonio. Es difícil que
un libro no refleje algo de lo que sucede en el entorno del escritor.
Este libro, como otros, surge de la necesidad que
todos tenemos de comunicar lo que hemos experimentado. Por supuesto que un
suceso tan importante, tan traumático, como es un terremoto, definitivamente
nos obliga a comunicar nuestra experiencia. Después del temblor todos decíamos
dónde nos había sorprendido, qué habíamos sentido, qué habíamos hecho.
Todos quisimos contar esa experiencia, la quisimos
compartir, quisimos decir lo que nos había asustado.
De pronto todos nos volvimos cronistas.
Recordemos que en la crónica se dan detalles
cronológicos de un suceso, es decir, atendiendo a su desarrollo temporal, de
ahí la palabra crónica.
Este libro surge de esa necesidad, del deseo de
comunica nuestra experiencia.
Por eso, casi todos los entrevistados por Balam,
aceptaron de inmediato compartir su testimonio, su experiencia.
Quiero hacer un reconocimiento especial a María
Torres, la abuela de Balam, por el apoyo que le dio a su nieto para que
cumpliera el sueño de publicar un libro que tuviera su nombre en la portada, y por
el apoyo en la corrección de estilo y en la edición. Les pido un aplauso para
ella.
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