El origen
por Saúl Kastro
por Saúl Kastro
Fue una
de esas malas noches. No pude dormir, me sentía ansioso sin motivo aparente.
Otra vez me desvelé. Me paré tarde y para colmo cerraron parte de la línea
doce, según por exceso de vibración; y yo pensaba que era alguna novedad de
primer mundo, un anti–estrés para los usuarios, se sentía rico… todo nos
vibraba. El RTP nos llevó a la siguiente estación en función. Adentro del Metro
alcancé asiento, por suerte, pero me quedé dormido otra vez, tenía que bajarme
en Ermita, subir los cien escalones y caminar los 350 metros para pasar a la
línea azul para llegar a la estación Viaducto... pero me pasé. Salí del convoy
en la estación 20 de Noviembre para cambiar de andén y trasbordar el de
regreso. Tardó en pasar. Había mucha gente en el andén y el Metro venía lleno,
que digo lleno, venía hasta la madre; pocos eran los que podían entrar. Unos
discutían por acá y otros por allá querían liarse a golpes para ver quién tenía
la razón. Y yo estaba que me llevaba el payaso. Como era de esperarse, llegué
tarde al trabajo. No pude checar y don don Chema me regresó, a pesar de la
explicación del Metro cerrado. Volví de nuevo al Metro Viaducto. Me sentí peor.
Todos los pensamientos negativos llegaron en cascada. Las sensaciones
producidas por el divorcio volvieron. Solo quería regresar a casa y dormir.
Mi separación matrimonial no era algo de lo que pudiera sentir orgullo.
En mi caso, era la suma de mis errores, complejos y prejuicios. Percibía un
dejo de fracaso, como de peste contagiosa, capaz de envenenar otras relaciones,
entonces me parecía que lo mejor era no acercarme a parejas, que por lo menos
parecieran felices, para no “echarles la sal”, atenuando con ello la sensación
de soledad. Pero un mundo exigía mi integración, por lo que no era permitido
caer, si lo hacía era posible ser roído por zopilotes y hienas y entonces sería
mucho peor.
Solo en un acto de voluntad apenas suficiente, me mantuve de pie; quizás
débil, golpeado y lleno de temores, pero ahí estaba, sabedor de que solo era
una mala racha. “Ya pasará”, decían algunas amistades. Y tenían razón, ya veía
de nuevo la luz. El túnel oscuro quedaba atrás. Pero estaba solo… solo… “me
lleva la chi… otra vez me quedé dormido”, todos bajaron en Tasqueña y
nadie me despertó o si lo intentaron ni me enteré. Entraba al área de cambio de
vías. Se detuvo no sé cuánto tiempo, pero me pareció mucho. Luego marchó de
regreso. Se detuvo en el andén, esperé la apertura de la puerta. La gente desde
afuera me veía como mandril en zoológico.
Cuando salí sonó mi celular, era Miguel.
–Roberto, qué onda broder; oye, el patrón calabaceó a don Chema por haberte
regresado, varios llegaron tarde por el desmadre del Metro, dice que hay mucha
chamba, que puedes regresar.
–Ah, que no mame el viejo, solo porque se les juntó el trabajo ¿verdad? si no
ni me hablan, nel, por mí que se vaya a la goma, yo ya voy para mi casa.
–Contesté molesto, de hecho desde el divorcio me sentía malhumorado… pero no
tanto cuando reconocí aquella voz del lado de Miguel. “Entonces dile que se
vaya a la chingada.”
–Robert, carnal, tenía puesto el altavoz, el patrón te escuchó y dice que…
Se me enfrió la yema, la clara y el cascarón. Al final le dije a Miguel.
–Ok, Maik, lo veo mañana en su oficina.
Colgamos. “Ya – valió – chetos.” Regreso a casa repasé una vez más en dónde
comenzó mi error, a fantasear que el patrón me comprendía si le explicaba el
origen de las cosas… y otras cosas bonitas.
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