domingo, 30 de marzo de 2014

La fotocopiadora estúpida, por Israel González

La fotocopiadora estúpida
Israel González

Cuando alguien se refugia –o parapeta- en la estulticia, de allí nadie lo saca.
Cualquier cosa, menos reconocer un error.
Se equivocan los tontos, los distraídos, los otros.
Los inteligentes siempre encuentran a quien culpar y se desplazan por la vida satisfechos y triunfadores.
Por eso, cuando en la papelería pido la fotocopia de un programa de mano, es la fotocopiadora, y no el dueño, la que saca de cabeza uno de los dos lados.

La fotocopiadora tonta no sabe cómo borrar ciertas manchas, cómo desaparecer ciertas líneas incómodas; es tan bruta que no es capaz de aclarar las imágenes como la de la otra papelería que, para mi desgracia, en este preciso momento se encuentra a varios microbuses y a otras tantas estaciones del Metro.

sábado, 22 de marzo de 2014

El origen por Saúl Kastro

El origen
por Saúl Kastro

Fue una de esas malas noches. No pude dormir, me sentía ansioso sin motivo aparente. Otra vez me desvelé. Me paré tarde y para colmo cerraron parte de la línea doce, según por exceso de vibración; y yo pensaba que era alguna novedad de primer mundo, un anti–estrés para los usuarios, se sentía rico… todo nos vibraba. El RTP nos llevó a la siguiente estación en función. Adentro del Metro alcancé asiento, por suerte, pero me quedé dormido otra vez, tenía que bajarme en Ermita, subir los cien escalones y caminar los 350 metros para pasar a la línea azul para llegar a la estación Viaducto... pero me pasé. Salí del convoy en la estación 20 de Noviembre para cambiar de andén y trasbordar el de regreso. Tardó en pasar. Había mucha gente en el andén y el Metro venía lleno, que digo lleno, venía hasta la madre; pocos eran los que podían entrar. Unos discutían por acá y otros por allá querían liarse a golpes para ver quién tenía la razón. Y yo estaba que me llevaba el payaso. Como era de esperarse, llegué tarde al trabajo. No pude checar y don don Chema me regresó, a pesar de la explicación del Metro cerrado. Volví de nuevo al Metro Viaducto. Me sentí peor. Todos los pensamientos negativos llegaron en cascada. Las sensaciones producidas por el divorcio volvieron. Solo quería regresar a casa y dormir.

 Mi separación matrimonial no era algo de lo que pudiera sentir orgullo. En mi caso, era la suma de mis errores, complejos y prejuicios. Percibía un dejo de fracaso, como de peste contagiosa, capaz de envenenar otras relaciones, entonces me parecía que lo mejor era no acercarme a parejas, que por lo menos parecieran felices, para no “echarles la sal”, atenuando con ello la sensación de soledad. Pero un mundo exigía mi integración, por lo que no era permitido caer, si lo hacía era posible ser roído por zopilotes y hienas y entonces sería mucho peor.
 Solo en un acto de voluntad apenas suficiente, me mantuve de pie; quizás débil, golpeado y lleno de temores, pero ahí estaba, sabedor de que solo era una mala racha. “Ya pasará”, decían algunas amistades. Y tenían razón, ya veía de nuevo la luz. El túnel oscuro quedaba atrás. Pero estaba solo… solo… “me lleva la chi… otra vez me quedé dormido”, todos bajaron en Tasqueña  y nadie me despertó o si lo intentaron ni me enteré. Entraba al área de cambio de vías. Se detuvo no sé cuánto tiempo, pero me pareció mucho. Luego marchó de regreso. Se detuvo en el andén, esperé la apertura de la puerta. La gente desde afuera me veía como mandril en zoológico.
 Cuando salí sonó mi celular, era Miguel.
–Roberto, qué onda broder; oye, el patrón calabaceó a don Chema por haberte regresado, varios llegaron tarde por el desmadre del Metro, dice que hay mucha chamba, que puedes regresar.
–Ah, que no mame el viejo, solo porque se les juntó el trabajo ¿verdad? si no ni me hablan, nel, por mí que se vaya a la goma, yo ya voy para mi casa. –Contesté molesto, de hecho desde el divorcio me sentía malhumorado… pero no tanto cuando reconocí aquella voz del lado de Miguel. “Entonces dile que se vaya a la chingada.”
–Robert, carnal, tenía puesto el altavoz, el patrón te escuchó y dice que…
 Se me enfrió la yema, la clara y el cascarón. Al final le dije a Miguel.
–Ok, Maik, lo veo mañana en su oficina.
Colgamos. “Ya – valió – chetos.” Regreso a casa repasé una vez más en dónde comenzó mi error, a fantasear que el patrón me comprendía si le explicaba el origen de las cosas… y otras cosas bonitas.




La lectura y los niños, por Jaime Velasco Luján

La lectura y los niños
Por Jaime Velasco Luján
14/03/2014
La Secretaría de Cultura del D. F., a través de Coni Cuevas, me pidió que algunos niños fueran a leer un cuento a la estación de la Secretaría: Código D. F., la cual se transmite por Internet. El martes a las once, llegaron los 6 niños a las oficinas con sus papás. Previamente había corregido la lectura, escogida libremente por los 4 varones y 2 niñas. Antes de entrar a la cabina había cierto nerviosismo de nuestra parte, personalmente temía que los niños se pusieran nerviosos o se  trabaran al leer, cosa que echaría a perder la audición, el nerviosismo menguó un poco porque tanto Coni como el responsable de la grabación (productor) nos recibieron con amabilidad. Entró a la cabina el primer grupo de 3 alumnos con su texto en la mano, más o menos decían lo mismo al presentarse: Me llamo Karen, tengo doce años, estudio en la escuela "Rafael Haro", curso el sexto grado, me gusta leer, jugar Nintendo, chatear, les voy a leer el cuento El León que no sabía escribir... Los niños empezaban un poco nerviosos pero enseguida corregían la lectura, cuando terminó, el primer grupo, no se quería salir, seguían hablando ante el micrófono, improvisando, como si estuvieran jugando... Entró el segundo grupo de 3, las mamás y yo estábamos pegados al vidrio para corregir: Más volumen, por ejemplo, les decía con señas. Ignoro cuánto tiempo pasó. Al final todos estábamos satisfechos porque los niños leyeron muy bien, el productor les pidió que hicieran un pequeño comercial para la estación. Nos prometieron un disco con los 6 cuentos y decirnos la fecha en que se transmitirán. Coni nos invitó, a niños y adultos, a leer durante el Gran remate de libros que se realizará, en las vacaciones de Semana Santa, en el Auditorio Nacional, los papás son Lectores Voluntarios, así que es posible que madres e hijos lean juntos en público, quizá una obra dramática, ya veremos.Hace 7 años llegué a esa escuela, a nombre de IBBY, ahí sigo, como Lector voluntario, conozco a la mayoría de los niños, la lectura que hicieron es producto de años de lecturas.
 Mi hijo Iván, multipremiado, participará en el programa "En el ring", que conduce Andrés Roemer. La transmisión es este lunes 14 a las 23:25 por Canal 13. El tema es la clonación. Iván polemizará con el escritor Oscar de la Borbolla, a quien no he tenido el gusto de leer (ni lo leeré). Ya verán el programa.
 BUEN FIN DE SEMANA  

¿Dónde quedó la gorrita?, por Israel González

¿Dónde quedó la gorrita?
Israel González

El sábado, a las nueve de la mañana, Gabriel lavó la gorra recién comprada y subió a colgarla en la azotea solitaria.
Después de desayunar y hacer algunas compras, Gabriel regresó a casa y subió a la azotea por su hermosa gorra color hojarasca: la prenda ya no estaba y sí la ropa del nuevo vecino.
Molesto y desconcertado, Gabriel pensó en los tres años que llevaba viviendo en ese pequeño edificio y nunca se había perdido nada.
Gabriel recordó la inseguridad que recorre el país y a una compañera de trabajo recién asaltada en el microbús.
Gabriel marcó el teléfono de la encargada del edificio, pero la mujer no se hallaba.
Gabriel contó el incidente a un amigo y éste le aconsejó que preguntara al vecino recién llegado por su hermosa gorra de ciento cuarenta pesos.
De pronto, Gabriel escuchó que alguien abría la puerta de la azotea.
Gabriel subió a zancadas y encontró al vecino diminuto descolgando su ropa.
Gabriel –quizá alterado- explicó al vecino el extraño caso de su gorra desaparecida.
El vecino –asombrado- comentó que él había bajado una porción de ropa y que quizá, sin querer, se había pegado al envoltorio la misteriosa gorra; que indagaría y subiría luego a verlo.
Desde la ventana Gabriel observó su gorra en la cabeza del otro nuevo vecino que apenas se estaba cambiando.
Desde la misma ventana Gabriel vio cómo el vecino diminuto hablaba con el otro nuevo vecino mediano y éste se quitaba su gorra y se la entregaba.

En cuestión de segundos Gabriel escuchó que tocaban a la puerta: era el vecino diminuto con la gorra extraviada, ofreciendo disculpas.

sábado, 15 de marzo de 2014

Todas las vejaciones, por Israel González

Todas las vejaciones
Por Israel González

(“Doce años esclavo”, Steve McQueen, Estados Unidos, 2013)
No es ficción; ocurrió en Saratoga, Nueva York, en 1841; en el sur esclavista estadunidense.
En 1853, Solomon Northup publicó el libro “Doce años esclavo”, donde narra su horrible experiencia.
Como si fuera este México priista que padecemos, sus secuestradores y sus esclavizadores lograron eludir la justicia y continuaron su vida como si nada, tan campantes, como aquí políticos, empresarios y narcotraficantes, en pleno siglo XXI.
De esto último da cuenta el narrador al final de la película.
Mientras tanto, Solomon Northup es engañado por dos amigables hombres que lo contratan, como el buen violinista que es, a Washington.
Después de una borrachera inducida, Solomon despierta encadenado.
A partir de aquí, esposa, hijos (niño y niña) y vida confortable en Saratoga serán sólo un recuerdo lleno de dolor, coraje e impotencia.
De “amo” en “amo”, de vejación en vejación transcurrirán los días del ahora etiquetado como “un prófugo negro de Georgia”.
Niños, mujeres, hombres, negros, por supuesto; nadie se salva de la esclavitud que “es un mal que nadie merece”.
¿Cómo es posible tanta saña de un ser humano hacia otro?
“Mis sentimientos se definen por el valor del dinero”, dice el vendedor de Solomon y de la absolutamente indefensa y martirizada “Patsi”.

viernes, 14 de marzo de 2014

La sonrisa por Saúl Kastro

La sonrisa
por Saúl Kastro14/3/14

De la estación el Rosario a Linda Vista comencé a verla desde hace cinco días, a la misma hora. Su beldad sencilla y la gracia de sus movimientos me impactaron. No podía dejar de verla, traté de explicarme por qué me atraía de esa manera tan poderosa, pero no encontré algún detalle en particular que describiera la razón de mi sentir. Al cuarto día ella por fin me miró, su tez clara contrastó e hizo más profunda, misteriosa y atractivo el destello de sus hermosas pupilas oscuras, con breves sombras azules tenues. Sin mirada perdida, de seda, sin prisas, viva, con suspicacia discreta, sin enojo, no era de las que hablan ni ríen solas; pero las comisuras de sus labios parecían listas para sonreír. Cierto, había más mujeres en el vagón, algunas tal vez ropa nueva y más llamativa, otras tal vez de un cuerpo más apegado al estereotipo cultural de belleza, pero ella, solo ella estaba hecha a mi medida, era la sugerencia exacta para el momento exacto. Volvió a levantar con singular calma su terso y apiñonado rostro, me sonrió y el corazón me punzó, sentí un ligero mareo y la mano izquierda se me adormeció. Tal dolor no me permitió corresponder como hubiese querido.
Yo estaba seguro que era amor a primer vista, “y si he de morir de amor, dispuesto estoy al sacrificio…” pero por la tarde, Óscar, mi amigo y doctor de cabecera, pidió dejarme de idioteces y hacerme un chequeó en Cardiología; bajarle a la grasa, a la azúcar, a las fiestas prolongadas y al alcohol; mi “amor” más bien tenía síntomas de un posible infarto al miocardio; me recomendó una dieta y hacer ejercicio. Comprendí que se preocupara por mí, pero había algo que no sabía cómo explicarle y decidí averiguarlo para aclarar mis dudas.
Al día siguiente la volví a ver a la misma hora. Estaba dispuesto a hablarle, no podría asegurar que ella fuera el amor de mi vida porque no la conocía, pero la química era poderosa, irresistible; sin embargo, a la vez sentí cierta ansiedad, como si el mundo se fuera a terminar de un momento a otro. Me atreví, total, lo peor que podía pasar es que me ignorara, se rompa el encanto y ya. Salió del vagón en Linda Vista y fui tras ella. Me acerqué con cautela, caminé a su lado y le pregunté la hora. Ella se detuvo, mi miró y preguntó. “¿Estás seguro, quieres saber qué hora es?”
Me volvió a sonreír y al momento una punzada aún más fuerte me taladró el pecho. Un río congelado paralizó mi espina dorsal. Quedé inmóvil, frío, mudo. Ella se acercó y me dijo al oído “son las nueve, es tu hora”. Un fuerte repique de tímpanos me aturdió. Me llevé la mano derecha al pecho el cual lo sentía comprimirse, caí de rodillas ante ella, con la mano izquierda me aferré a sus suavísimas manos que sujetaron las mías, hacía a mí frente, la respiración se hacía lenta, sentí que si la soltaba mi vida se iba en ello.
Los transeúntes pasaban a nuestro alrededor, frente al mural de Vent, iban y venían de sus actividades, de las escaleras al desnivel, a los torniquetes, al Ciberzona, unos tomaban fotos y videos y los subían a internet con diversas etiquetas: “Los hombres de valor saben pedir perdón”; “Dónde habrase visto tanta hipocresía”; “Cosa más noble, caballero”; “Ya perdónalo, María”; “Qué falta de dignidad”; “Qué lindo, yo quiero un novio así”; “Ridículo”; “Aaaah, ternurita”; “Mírala, pinche vieja cómo lo trae y se siente la muy muy”; “Aaah, chiquito bombón, baby”; “Como si de veras tanto amor, cabrón”; “Qué pendejo, yo rogarle a una pinche vieja, ni madres”; “Ojalá así le rogaras al trabajo, pinche huevón”; “Te arrastras como si estuviera tan buena”; “Porque el petróleo es nuestro…” Mi general, ¿usted qué hace aquí? “Perdón, me equivoqué de cuento”… en fin; fueron las voces de la sabiduría popular, las palabras perfectas que describen la realidad con toda precisión, el conocimiento de la humanidad acumulado por millones de años expresado con toda claridad.
Ella tomó mi barbilla, levantó mi rostro, acercó el suyo y me dio un beso en mis labios fríos, sonrío, cerré mis ojos, ya no la quería ver más, pensé que mi corazón ya no soportaría una más de sus mortales sonrisas. Todos los que se detuvieron a observar el espectáculo aplaudieron. Ella me dijo “disculpa, pero en ocasiones me siento aburrida y busco divertirme un poco, ponte de pie, es broma, en realidad son las ocho, ya recuerdo que no atrasé la hora de mi reloj”.
El dolor disminuyó hasta desaparecer por completo. Me incorporé, tranquilo, quizá solo un poco cansado. Ella volvió a sonreír, la miré a los ojos, pero esta vez ya no sentí dolor en el pecho, ni mariposas en el estómago ni cosquilleos en el brazo, ya no sentía nada por su sonrisa, aunque quizás solo cierto dejo de nostalgia. Llegó el siguiente Metro, la gente continuó con su andar cotidiano, el andén se llenó de nuevo por un momento, como cada dos minutos, como todos los días.

El cine y el Óscar, por Jaime Velasco Luján

El cine y el Óscar
Por Jaime Velasco Luján
20/3/2014
Platicando platicando con la profesora Irma, directora del Colegio Alfredo Nobel, escuela particular de Xochi, me preguntó:
—¿Existe dios?
—No.
—¿Existe la reencarnación?
—Si.
No lo digo yo, lo dicen todas la religiones que, en realidad, son Mitos (Mitologías), sólo que lo que conocemos son las interpretaciones de esas religiones, no el conocimiento directo. La profesora me pidió que le recomendara un libro acerca de estos temas, pero ella lo tiene ya: Historia de un niño llamado Mateo y del destino de los seres humanos trae una bibliografía al respecto; ya tiene el libro y le costó 30 pesos. (Esta semana los científicos descubrieron residuos del big-bang, de inmediato algunas religiones protestaron, dijeron que dios creó el universo, lo que equivale a decir que la ciencia no sirve).

El criterio para evaluar al cine es el mismo que se usa para evaluar al arte en general: cierto o falso, veracidad o mentira, elevación de la conciencia humana o degradación de la misma. Hago la lista de las películas que se han mencionado con motivo de la entrega de los premios Oscar, es decir, de la industria cinematográfica estadounidense. La calificación es B (buena) o M (mala), y de otras películas en cartelera:
Gravedad, M; Jazmín azul, B; Escándalo americano, B; El club de los deshauciados (o de los estafadores), B; 12 años de esclavo, B; La gran belleza, M; Belleza invaluable, M; La ladrona de libros, M... Si vamos a las chácharas podremos encontrar la película mexicana que ganó la Palma de oro en Cannes, en 2013: Post Tenebras Lux de Carlos Reygadas. La publicidad ha llevado a la gente a ver Gravedad: melodrama de televisión filmado en un cuarto de estudio, ni siquiera se tomaron la molestia de hacer una toma directa del cielo nocturno, quizá porque la terraza les quedaba lejos.
 

domingo, 9 de marzo de 2014

El Cuentista, de Saúl Kastro

El Cuentista, de Saúl Kastro
Ya ebrios y todavía compramos más cerveza. Abordamos en la estación Popotla. Brindamos por la felicidad. En la estación Normal abordó un Cuentista, el mismo que cuenta el cuento de todos los días; que si mal no recuerdo, dice así. <<Hace muchos años, por primera vez en la historia de México, se llevaron a cabo elecciones limpias para presidente. El candidato ganador promovió la iniciativa en la ONU para constituir un comité con el firme propósito de gestionar la política internacional que promoviera el TRI (Tope de Riqueza Individual).
La humanidad había llegado a un punto en el que comprendía que muchos de sus males sociales se debían, en gran parte, a la Gran Codicia: la acumulación voraz de riqueza sin escrúpulos, por parte de algunas personas; seres capaces de todo con tal de vivir de acuerdo a sus delirios de grandeza. Que disfrutan ser y sentirse envidiados, ver que el resto hará lo que sea con tal de imitarlos, porque así mantienen el círculo vicioso que los perpetúa en el poder y condiciona a la mínima sub existencia al resto de la población; el mismo círculo que establece de forma sistémica su propio confort y placer, imponiendo de forma sutil el yugo de la ignorancia, la enfermedad y el hambre; en suma, contra la vida misma de otros seres humanos; situación que mantiene a más del 95% de los habitantes de la Tierra sin acceso a servicios básicos de auténtica calidad en educación y salud. Situación que hace más factible la presencia de un sinnúmero de padecimientos físicos, mentales, económicos y sociales a la mayoría, para mantenerlos en un pozo sin fondo.
Fue una batalla en extremo peligrosa y dura como el diamante. Asesinaron a tres miembros del comité, pero eso solo aceleró aún más el trabajo. Por fin, el 20 de octubre del año 2079, se celebró en la ONU la Convención de Irlanda, en donde 188 países firmaron el acuerdo de establecer un límite al cúmulo de riqueza personal. Costó decenas de guerrillas financiadas por quienes se vieron afectados, miles de personas ofrendaron sus vidas por la causa; porque matar o morir antes que perder privilegios, parecía ser la consigna de algunos obsesionados por el poder. Pocos fueron los que se despojaron de la mitad de su riqueza, por convicción o conveniencia de imagen, y la donaron para un fondo que promoviera vivienda, salud y capacitación laboral. Solo se respetó la fortuna de quienes demostraran que su riqueza fue producto de innovación tecnológica o negocios transparentes sin ningún vínculo con el uso denigrante de otros humanos. Diez años duró aquella guerra de guerrillas mundial, pero al final la Red de Ejércitos Unidos por la Paz tomó el control. Una nueva era de la humanidad comenzó. La diferencia de clases sociales dejó de ser monstruosamente abismal. Mejoraron para todos, los servicios básicos de vivienda, transporte, energía, salud, educación y los precios de la canasta básica, de este modo se redujeron casi en su totalidad los índices de marginación social. La idea no era desaparecer poderes, todos saben que por seguridad eso ni se puede ni se debe, solo se luchó para poner límites a la conducta humana que a costa de esclavizar a otros humanos y mantenerlos en la pobreza con engaños y amenazas, buscan su propio beneficio y algunos hasta se vuelven las personas más ricas del mundo. A partir de la Convención de Irlanda, de 5 súper millonarios a nivel mundial, el número de millonarios se incrementó a 200 millones, en solo 4 años, la riqueza se distribuía. Y el presidente de México fue nombrado Padre de la Nueva de la Humanidad>>
Terminó el cuentista su relato y quedó inerte, el musgo lo cubrió, piedra se volvió, cientos de fisuras surcaron su cuerpo, el ventilador lo sopló y como polvo se fue. Pepe no soportó más y azotó contra el piso la lata de cerveza que tenía en la mano. “¡Son chingaderas, me cae, yo ya lo sospechaba… ahora entiendo porqué tomo… por su culpa soy borracho… pero me las pagarán!” “Tranquilo, carnal”, le pedí, se supone que brindamos por la felicidad. “Déjame güey, no seas parte del complot, si eres mi brodi, apóyame.” Me aventó la mano y salió corriendo en la estación Zócalo. Salí disparado tras él, ya lo conocía de mala copa, esto no iba a terminar bien. “Si ya me lo decía mi mamá, no salgas con ese güey.” Se atravesó la avenida, por poco lo atropellan, le mentó la madre al chofer, aproveché el caos vial para cruzar rápido. Pepe aprovechó un increíble, pero cierto descuido de la Policía Militar, para intentar meterse a Palacio Nacional. “¡Vengo a ver al presidente, ya tengo la solución!” Los militares enmendaron rápido su error y le cerraron el paso. “¡Ustedes qué pedo güeyes, viva Pancho Villa, cabrones!”, les gritó. En un acto desesperado por evitar que se lo madrearan, tomé impulso para brincar la valla metálica, pero la pata derecha se me atoró con un tornillo… obvio, azoté, me fui de hocico contra un tubo. Me llevé la mano a la boca, no precisamente para aguantar la risa. De cabeza, vi a Pepe sometido al piso, con las manos a la espalda y una bota en su cabeza; gritaba “¡Cámara, la banda, ya estuvo, ya estuvo!” Mi mano amasaba sangre y varias botas militares ya me rodeaban.


sábado, 8 de marzo de 2014

Marga López (autobiografía), por Jaime Velasco Luján

Marga López (autobiografía)
Por Jaime Velasco Luján

7/3/2014
Gracias  a la personas que se comunicaron: Lupita, Nadia, Silvia, la supervisora de Tepepan y alguien más.
Respecto a Los monólogos: fue una encuesta realizada en USA con gente común y corriente, las opiniones más representativas fueron compiladas en un libro, luego fue obra de teatro, luego publicada.

Soy de padres españoles. Nací en Tucumán, Argentina. Soy mexicana por decisión propia. Vengo de una familia pobre: mi padre era campesino y mi madre lavaba ajeno. Fuimos 7 hermanos: 4 hombres y 3 mujeres. El primer hijo de mi padre fue varón y, en cuanto creció, mi papá le compró un acordeón, al llegar y crecer el segundo, mi papá le compró una guitarra, al tercero, una batería. Cuando llegó mi hermana mayor, fue la primera voz de un conjunto de principiantes que cantaban música española. Por fin llegué yo, luego mi hermanita, y nos dedicamos a ser las bailarinas del grupo: Los hermanitos López.
Nos ofrecieron una gira por la provincia, la cual fue un éxito, entonces nos ofrecieron viajar por otros países: Uruguay, Paraguay, Perú, Colombia, Bolivia...
En México nos presentamos en el teatro de revista con mucho éxito, luego nos contrataron en El patio, pero no duramos mucho ahí porque una persona de Gobernación se dio cuenta de que éramos menores de edad...

Éste texto y el de la semana pasada, completos, conforma un librito, su precio es de 15 pesos.

"José Emilio Pacheco, vida y obra", es el título de un curso que impartiré para la Secretaría de Cultura del D. F., aún no me dicen fecha y lugar, el curso durá 12 horas.

BUEN FIN
 

lunes, 3 de marzo de 2014

El evento, por Saúl Kastro

El evento, por Saúl Kastro
3/3/2014


La boda colectiva simbólica nudista, se llevará a cabo en el interior de un vagón, en la estación Mixcoac; Spencer Tunik tomará la foto conmemorativa. La idea de despojarme del disfraz social sin temor, en un acto artístico y la unión simbólica; además de que se pagaría por el matrimonio ficticio y lo recaudado se donaría para comprar sillas de ruedas, válvulas para niños con hidrocefalia y prótesis, en apoyo a niños del Instituto Pro Infancia; me sugería una experiencia excelente, cubría mis expectativas: arte, causa social y erotismo (era un buen pretexto para invitar a su hermana de Pepe) e incluso las características físicas solicitadas las reuníamos la Chavis y yo. Se realizarían varias bodas por bloques, por lo tanto se debería estar a la hora en punto indicada en el boleto.
Empeñé mi televisión, la bicicleta y el roto martillo de mi papá, así logré juntar para los boletos y para pasarla bien con la Chavis después del evento, nuestra luna de miel, por así decirlo. Ella aceptó casarse, pero su mamá la condicionó “estás muy chiquita para esos desfiguros, que te acompañe tu hermano”.
Pero mi amigo no da paso sin huarache. “La neta, si me das pa un cartón de 12 cheves y pa dos horas en el bicho, yo me desafano y los dejo solos.” No tuve más remedio. Entonces el plan cambió, para aprovechar el tiempo libre de cuñados. Faltaban tres horas para el evento, suficiente para adelantar la luna de miel. Convencí de forma romántica a la Chavis “tons qué macita, ¿le ponemos chantilly a la fruta?” “Pues si la boda será simbólica, que la luna de miel también lo sea.” Salimos en la estación Lomas Estrella y caminamos al hotel 203, no me alcanzó para otro mejor, el cuñado me descompletó. Yo no dejaba de pensar en el chantilly. Entonces se me ocurrió matar dos pájaros de un tiro, comer fruta y comerme a la Chavis, al mismo tiempo. En el trayecto compré fruta picada y otros ingredientes que se nos antojaron.
Llegamos al hotel. Hice coraje, era injusto, ¡pagar 12 horas, cuando solo íbamos a estar 2, no se vale! Eso era un robo, pero ni modo, el hambre es el hambre. Nos dieron la llave y subimos corriendo. Nos besamos en el pasillo. Entramos a la habitación. Nos quitamos frenéticamente la ropa, le pedí se acostara boca arriba y la besé despacio de pies a cabeza. Ella suspiró profunda, me dijo “cómeme”. Entonces comencé la fantasía.
Abrí las bolsas de compras y saqué la fruta de una en una. Primero puse sandía como base sobre su estómago y entre sus lindos pechos, luego rodajas de piña alrededor, seguí con papaya y melón como capa intermedia y encima coloqué rodajas delgadas de pera y manzana, acompañadas de trocitos de plátano y fresa; luego le puse chantilly, le agregué miel, nuez, pasas, coco rayado, arándano, amaranto, chispas de chocolate, canela, gotas de vainilla y lechera. Y como toque final las cerezas. Tomé una, se la di en la boca con mis labios, la partí con mis dientes y comimos nuestra mitad de cereza, sin dejar de sonreír y mirarnos a los ojos. Me abrazó y me dijo al oído “apúrate, me estoy enfriando”. Sí, entonces acaricié su suave sexo mientras yo comía. Cerré los ojos y pensé que ahora ya sabía cómo degustaban sus manjares los dioses en tiempos del Olimpo.
Iba por la segunda bocanada, sus exhalaciones eran mi música, aquello era un manjar “oh, sí, oh… ohgggg”. De pronto la Chavis se arqueó de golpe y me estrelló la ensalada al rostro. La oí caer al piso alfombrado, gemía de forma grotesca, como gato apunto de regurgitar una bola de pelos. Me limpié el chantilly con la sábana, el ojo derecho me ardía, creo que una raya de coco se me había metido. Vi tirada a mi amiga, con manos y rodillas al suelo, carraspeaba la garganta; hasta que escupió. Miramos a detalle su escupitajo: era una cucaracha. No pudo evitar la repulsión e hizo varios reflejos de vómito, sin sacar más que baba. Que cuadro tan grotesco. Mi ojo derecho me ardía, pero con el izquierdo pude ver con clara tristeza el coctel desparramado sobre la alfombra.
La Chavis pataleó, lloró y se enojó. Se metió al baño disque a ducharse, pero volvió a gritar, encontró una chinche en una toalla. Se encabronó aún más. Se vistió tan rápido como pudo, mientras yo veía el techo con prudente silencio, me preguntaba cómo llegó aquel bicho con fina precisión hasta su garganta, me parecía increíble. Me mandó al carajo con lo de la boda por haberla llevado a ese asqueroso lugar. Ya en la calle le recordé que era un evento altruista, que no fuera gacha; pero me arrinconó contra un poste de luz y me dijo amenazante que dejara de chingarle, que no iría a encuerarse para el gringo aquel, con el cuerpo pegajoso de toda la porquería que le puse. La dejé que se marchara y yo me fui para Mixcoac, a ver si había con quién casarme o revendía los boletos.

La compañía de los libros, por Israel González

La compañía de los libros
Israel González

No imagino un mundo sin libros o con libros solamente electrónicos.
Basada en la novela del mismo título, de Markus Zusak, “La ladrona de libros” (Brian Percival, Estados Unidos, 2013), reivindica la importancia del libro y de la lectura.
Durante la segunda guerra mundial, en pleno auge del nazismo tratando de imponer la preeminencia de la raza blanca, con las ya conocidas y condenables locuras de la persecución y exterminio de millares de judíos y de la incineración  de libros, Liesel, una niña de sólo nueve años, protagoniza –junto a sus padres adoptivos, Hans y Rosa, y sus amigos Rudy y Max- la resistencia  afectiva e inteligente en un medio en donde la libertad y la vida son casi imposibles.
En tiempos de guerra el miedo inhibe los más altos valores del ser humano. Para salvar la vida se calla, se obedece, se delata, se traiciona todo lo bueno que fue en tiempos de paz.
Salvo excepciones, lo “normal” es dar la espalda al vecino o al amigo en desgracia.
Prisioneros del nazismo que enarbola sus banderas en todas las ventanas, que se mete sin permiso a las casas, que vigila sin dormir, a todas horas, las calles, los susurros, la respiración de sus habitantes, una noche los vecinos son convocados a participar en el triste e indignante espectáculo de la quema de libros.
Azuzados por los líderes irracionales, vociferantes, ciegos, todos son uno solo que canta, que grita consignas, que alimenta sin rubor la pira de libros en el centro de la plaza.
Hasta la pequeña Liesel, que ama tanto los libros, se ve obligada a contribuir.

Del porqué la niña protagonista es la “ladrona de libros” y de cómo los libros nos salvan y acompañan en los peores momentos, hay que ver la película.