Primero lo
superfluo
Israel González
Primero fue la televisión; pequeña no, grande, lo
más grande que se pudo.
Después, el mercado invadió las tiendas de
pantallas, y como hay que estar al día con lo superfluo, hubo que cambiar la
anacrónica televisión enorme por una pantalla mediana y, posteriormente, según
afloja un poco el nudo de las deudas, por una más grandota porque a los
mexicanos pobres, ricos o de clase media, quién sabe por qué, nos gusta lo
grandote, lo que apabulla, lo que grita “mírenme, estoy aquí”.
Por eso también había que recuperar el auto que
vendimos ayer para aligerar algunas de nuestras deudas eternas. Sin auto no
existimos, no somos nada. Eso de andar a pie, en el Metro o en el “pesero” no
está bien, no es de ciudadanos que cuando menos aprendieron a leer y a
escribir. Un auto da seguridad, estatus, aunque las calles y avenidas estén
siempre atiborradas y nunca llegues a tiempo a ningún lugar. Y no importa que
sea este viejo volkswagen al que hemos invertido todo lo que teníamos. No
importa. Lo importante es no andar a pie, en Metro o en “pesero”. “Nos desgastamos”, decía el abuelo…
Aunque después no haya para tragar ni para chupar y
a la mitad de la quincena ya andemos otra vez empeñando nuestras miserias…
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