La imposibilidad de ser otroIsrael González
3/11/2013¿Hasta dónde puede un hombre cambiar sus convicciones, sus valores; modificar su personalidad; dejar de ser quien es?
La pregunta no es trivial ni sencilla. Y la respuesta podemos encontrarla en la película Gebo y la sombra (Portugal-Francia, 2011), del longevo cineasta de 103 años, Manoel de Oliveira.
Inspirada en la obra teatral homónima de Raúl Brandao, la cinta trata de un “viejo contador parisino de principios del siglo XX”, quien junto con su esposa y su nuera esperan a que un día vuelva a casa Joao, el hijo que decidió abandonar el hogar y dejar a sus padres y a su compañera porque no soportaba la pobreza en la que vivían y viven.
Cuando Joao vuelve regresa tan desnudo y tan sin futuro como se fue. Tan cínico y tan provocador como, al parecer, era.
No hace mella el sufrimiento –exacerbado, casi irracional- de su madre, ni la temblorosa diligencia del padre y de su joven compañera. Nada le importa ya, sino el dinero y su disfrute. Lo demás es mediocridad, estupidez, apocamiento.
El honesto seguirá siendo honesto aunque ello le cueste la libertad. El ladrón robará hasta a su padre y hasta a su mejor amigo si se presenta la oportunidad.
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