Un poema de Sabines
Israel González
Con razón José Emilio Pacheco señala que Jaime
Sabines en varios poemas no va a ningún lado.
Oscar Wong, por su parte, subraya lo que él llama “imperfecciones
técnicas” en lo sonetos de “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines.”
Pero a un poeta hay que valorarlo, agrega Pacheco,
por sus logros y no tanto por sus debilidades.
La poesía de Sabines trasciende con mucho el mero
conteo silábico mecánico. Como escribió en su momento Luis Cardoza y Aragón: Nadie
ignora a Sabines; sin embargo, no ha recibido la atención que merece su obra,
intensa y sostenida, agria y sensible. Es una fortuna para Sabines que esto
acontezca así. Creo que se debe fundamentalmente a que su poesía no está en la
corriente que parece privar por el momento no sólo en México sino en
Hispanoamérica: una poesía bien hechecita, bien escritita, basada en una
adjetivación más o menos perfecta(?) como adjetivación, pero mortalmente retórica,
sin peso real, sin sustancia poética (Círculos concéntricos, Xalapa,
Universidad Veracruzana, 1967, 1a. Edición).
En el reciente Recuento de poemas 1950/1993,
los herederos de Sabines incluyen los poemas que el poeta había dejado fuera,
bajo el título de Maltiempo.
En esa edición de 2012 viene
un poema conmovedor, especie de testamento, de recapitulación de la poética
sabiniana, a saber:
HE REPARTIDO MI VIDA inútilmente
entre el amor y el deseo, la
queja de la muerte, el lamento de la
soledad. Me aparté de los
pensamientos profundos, y he agredido
a mi cuerpo con to-
dos los excesos y he ofendido a mi
alma con la negación.
Me he sentido culpable de
derrochar la vida y no he queri-
do quedarme en casa a atesorarla.
Tuve miedo del fuego y me
incineré. Amaba las páginas de un
libro y corría a las calles a
aturdirme. Todo ha sido superficial y
vacío. No tuve odio sino
amargura, nunca rencor sino
desencanto. Lo esperé todo de
los hombres y todo lo obtuve. Sólo de
mí no he sacado nada:
en esto me parezco a las tumbas.
¿Pude haber vivido de otro
modo? Si pudiera recomenzar,
¿lo haría?
A Sabines hay que apreciarlo en
sus grandes momentos.
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