Dana y Zana son Bekas
Israel González
La inocencia imaginativa de Dana y Zana los lleva
a creer que pueden llegar a Estados Unidos, buscar a Supermán, hablar con él y
llevarlo al pueblo para que los ayude a vengar todos los malos tratos de que
son objeto.
En el reinado sangriento de Sadam Hussein, a
principios de los noventa, huérfanos y sin hogar, Dana y Zana, de 10 y 7 años
respectivamente, “viven” de lustrar zapatos y gracias a la solidaridad de
algunos vecinos.
Ante su desgracia (Bekas -Suecia,
Finlandia, Iraq, 2012- significa “haber perdido a todos los miembros de su
familia en la guerra, estar solo en el mundo”, según Karzan Kader, el director
de la cinta), soportan con su enorme entereza de niños el maltrato de los
adultos, se pelean y reconcilian, ironizan su situación que nada tiene de
divertido y sí mucho de drama, de tragedia, de “reír llorando”.
Montados en un burro, al que llaman “Michael
Jackson”, Dana y Zana emprenden el improbable viaje a Estados Unidos en una
atmósfera de alambres de púa, minas, polvo, soldados e indiferencia.
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