Zozohua
Por Graciela Salazar Reyna
De plácemes
deberíamos estar, festejando que el gobierno de Francia reconoce, como
nosotros, a una de nuestras más congruentes periodistas mexicanas, Carmen
Aristegui. Misma que recibió, la semana pasada, insignia Caballero de la orden de
la legión de honor; merecida por quienes en México defienden la libertad de
expresión y la democracia. No obstante, cual película de terror están allí, una
vez y otra, escenas con imágenes impactantes a lo largo y ancho del país, donde
no terminan las ejecuciones; sumando cifras y nombres a los relatados en los
medios que se atreven a decir y contar.
Ejecuciones por
decenas o docenas a la semana, el caso es que nunca sabemos, por parte de las
instancias responsables de las investigaciones dónde, cuántos y quiénes quedan
en el sitio que demanda la justicia; a los ciudadanos no se nos rinden cuentas,
hasta que las ONG’s reclaman y exigen que se informe del seguimiento en el que
están involucrados como víctimas o familiares de éstos. Se cruza también,
dejándonos una gran amargura y la idea de estar en indefensión, enterarnos, por
ejemplo, que entre 2006 y 2012 –según datos del IFAI- tenemos en el país 379
bandidos, vinculados al narco y con
derecho a ser protegidos por 12 años; de los que no se nos dice, por no poner
en riesgo su “integridad” y la de sus familias.
Es natural que
los ciudadanos mexicanos de a pie, particularmente las víctimas y sus
familiares, nos sintamos indignados; los asesinos son los protegidos. Esto
huele mal a kilómetros de distancia. Cómo no ha de encontrarse uno en los
versos que evidencian situaciones similares; ¿de qué estaremos hechos?, me
pregunto. Y dejo aquí, para ustedes, un fragmento de este poema[1]
(Carta 1 del salvadoreño Salvador
Medina Barahona) que engarza con la necesidad de encontrar respuestas.
Vengo de la misma fauna de mortales, /de
la misma tribu, y /lo que hoy te avanza, /lo que hoy se sumerge en ti como en
un túnel, /es como el fuego que fue principio y
/puede ser final. //Vengo del mismo vacío, del mismo espanto /del que
vienes: /Selva es selva, /y en ella todos alguna vez jugamos /a levantar la
vida. /La espada ha caído, / ha hecho su danza de odio y muerte en tu cabeza, /
y no hay palabras que puedan falsearle el nombre /a este vértigo en la historia,
/a esta vieja amenaza que aún no delata /a sus culpables.
[1] Jinetes del aire. Poesía contemporánea de Latinoamérica y el
Caribe. (Selección de Margarito Cuéllar, prólogo de Julio Ortega), Universidad
Central del Ecuador-Universidad Autónoma de Nuevo León-Ril editores, Chile,
2011.
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