El mito de la hoja
en blanco
Israel González
Cuando te plantas frente a
la hoja en blanco es porque sabes –o cuando menos intuyes- lo que vas a
escribir.
La hoja en blanco no es el
viejo fantasma con el que atemorizaban los padres de antaño a sus inocentes
bebés.
No es el páramo que abre su
enorme boca para devorar.
No es el desierto en el que
morirás calcinado y sediento.
No es la casa sola y
abandonada que cerrará sus puertas por si intentas salir.
La hoja en blanco es la mano
cuyas líneas conoces y deletreas, es la casa y el patio que has recorrido una y
mil veces, es la semilla azul que has regado con impaciencia y empezará a
crecer.
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