Las edades de la pirita
Roberto López Moreno
Acercamiento al prólogo de otra antología de Fabre:
Escribir poemas es tan inútil como la vida misma. La utilidad de la vida como la de escribir poemas es sustentada por cada individuo y cada uno de nosotros le da el grado de importancia a cada acto, creación, oficio o trabajo realizado durante la vida. La Poesía se sustenta en su propia invención, pero la importancia de la Poesía es determinada por cada uno de los poetas o de los lectores de poesía o editoriales que la publican. El hecho concreto de escribir versos es importante sólo para los interesados y para nadie más. Así, las antologías de poetas pueden ser medidas en importancia desde el punto de vista del antólogo, de los poetas seleccionados, de los poetas no antologados y desde la visión de un crítico literario. Mi opinión sería la de un poeta no antologado, pero me gustaría aclarar que ello no implica una visión de “resentido” -como les gusta llamar a los que no estamos de acuerdo con algo política y socialmente aceptado y como si ello demeritara nuestra crítica. Entonces, al ser un poeta no antologado, puedo decir que mi crítica es más libre y más objetiva que la de un crítico literario o la de algún participante directo de la antología; pues no tengo intereses de ningún tipo. Los únicos objetivos que me mueven para hacer este texto son mi interés y amor por la poesía.
Valdría la pena aclarar también que este acercamiento más puntual hacia el prólogo de La edad de oro. Antología de poesía mexicana actual (UNAM, 2012) surgió a partir de los diálogos con algunos poetas incluidos en ella después de divulgarse ciertos comentarios que fueron tomados como “irresponsables” de mi parte en una charla casual en Facebook, lo que me hace pensar que ahora uno tiene que cuidarse de lo que opina en un ambiente tan de chisme, de comunicación inmediata y poco serio en cuanto a crítica literaria se refiere como lo es el Facebook, pero en fin, como dije al principio, cada quién le da importancia a lo que le interesa. Lo bueno de esta experiencia es que puedo, motivado por esas incomodidades ocasionadas involuntariamente, escribir este texto que, aclaro, nunca consideraría como un ensayo profesional o académico, si no una crítica sobre la visión impostada que Luis Felipe Fabre tuvo que crear para convencer al lector inexperto de que los poetas que conforman esta antología son eso: los poetas que dan rostro a la poesía mexicana actual.
Antes de comenzar, aclaro que no voy a generalizar aunque en algún momento lo pueda parecer, y que, en donde diga “poesía mexicana” o “poetas mexicanos”, estoy hablando sólo de alguna poesía mexicana y de algunos poetas mexicanos.
Desde hace algunos años vengo diciendo y escribiendo que en la poesía mexicana y en algunos poetas mexicanos no existe la invención ni la mutación y que la mayoría de poetas mexicanos imitan, copian y hasta plagian por su falta de genio o don creativo. Afirmo nuevamente que para mí No existe la llamada Poesía Mexicana. Y después de esta afirmación, se confirma para mal que Fabre vuelve a usar un concepto ya tan gastado pero poco analizado o estudiado a fondo, dando por hecho que todo mundo sabe qué es lo que conforma, parte por parte, cada órgano que hace funcionar al ente de innumerables cabezas que es la Poesía Mexicana. Luego, como para salvarse un poco, afirma en una entrevista que lo hace “sólo para molestar”; entonces, ¿él puede buscar la provocación y la molestia, pero uno no? En teoría, cuando lanzas una piedra diciendo que es para molestar, aceptas implícitamente la reacción que estás buscando en ella. Pero en mi caso, más que molestia siento cansancio de leer siempre sus mismas declaraciones, y trato de entender su afán de mostrar las propuestas “más transgresoras y atrevidas” del momento cuando en realidad son propuestas que forman parte de toda una tradición poética mexicana que al parecer no ha llegado a sus ojos, y lo único que sí demuestra es su desconocimiento de muchos otros autores que coinciden en el desarrollo de temáticas y estructuras, pero al parecer, no en los puntos de reunión en los que “ha descubierto” a sus autores de la poesía mexicana actual.
Preguntas aparte: ¿México se ha convertido en el país de las antologías poéticas? ¿Se le ha ganado a España en publicar más antologías de poetas vivos? ¿Sirve de algo en verdad publicar tantas antologías de los mismos poetas con casi los mismos poemas? ¿Será sólo un incentivo más para que el Estado les siga resolviendo la vida material, o será que las instituciones quieren ver el producto sin importar la calidad de las antologías?
Párrafo histórico: Tenemos como ejemplo principal que en el 2002 salió publicada la antología El manantial latente / Muestra de poesía mexicana desde el ahora: 1986-2002. Selección y prólogo de Ernesto Lumbreras y Hernán Bravo Varela (marcaré en negritas los conceptos que ocupan los antólogos en los subtítulos para ver cómo se reafirman y confirman su obsesión por ser Los Poetas de este tiempo, del aquí y el ahora de México e Hispanoamérica). Esta antología publicada también con la intensión de transgredir y molestar (como mencionó uno de los poetas antologados a otros poetas no antologados durante una plática en una cantina enfatizando que esa era una de las intenciones de Lumbreras y Bravo Varela), fue, desde mi punto de vista, un fallido intento por registrar la producción poética de ese momento, reafirmando, por el contrario, la falta de paciencia poética, la inocencia e inexperiencia por parte de los antólogos y el abuso de la condición de “jóvenes poetas” -circunstancia cronológica inventada más por CONACULTA que por la Poesía.
El manantial latente quebró de por vida la confianza que se pudo haber tenido en los poetas antólogos mexicanos. De por sí, las compilaciones anteriores desde Poesía en movimiento hasta Asamblea de poetas y La rosa de los vientos crecieron mochas; quiero decir que por lo menos el 50% de poetas antologados dejaron de escribir o nunca decidieron dedicarse a la poesía en serio, y creo que lo mismo pasó con los suscritos en El manantial latente. Aunque al final de la antología los amables y comprensivos antólogos hacen una lista de “Todos los posibles poetas que en algún momento de su vida escribirán algún buen poema” y no me molesta decir que estoy incluido en esa lista y que al pasar ya 11 años de su publicación, ahí hay que darle mérito a los valerosos compiladores, pues sí que estoy en mi mejor momento poético, cosa que no podría decir de algunos poetas prematuramente antologados. Y así se fueron sucediendo otras antologías casi con los mismos personajes poéticos, variantes más variantes menos. 2005: antología El decir y el vértigo / panorama de la poesía hispanoamericana reciente (1965-1979) Selección de Rocío Cerón, Julián Herbert y León Plascencia Ñol. Prefacio: Hernán Bravo Varela y Eduardo Milán. O veo doble o algunos nombres se repiten de antología en antología (por cierto, sabemos que Milán es un producto de Paz y que este producto ha acogido a estos poetas antologados como casi hijos o ahijados suyos; en fin, otro caso que merece texto aparte). Esta antología nos muestra a los poetas hispanoamericanos, van otra vez con esa manía del tiempo: reciente. Y por supuesto no sólo sería cuestionable el autonombramiento y la exclusión más aventurada, pues en este caso hablan por toda Hispanoamérica, sino las propuestas estéticas. Pienso siempre si el ser aceptado, leído y antologado no genera en verdad un peligro para los poetas que están recién escribiendo su obra. Pero en fin, en ese sentido no se puede culpar a los poetas, pues en muchos casos su vanidad responde por ellos y sabemos desde hace mucho que ninguna antología, por insistente que ésta sea o por la mayor calidad poética o editorial que tenga, podrá, nunca, garantizar la calidad de la propuesta estética del poeta. Ahora 2008: antología Divino tesoro / Muestra de nueva poesía mexicana (1965-1979). Coincidencia o no, creo en verdad que el tiempo los aterra. ¿Y quién hace la selección y el prólogo? ¡Sorpresa! Luis Felipe Fabre. ¿Y a quiénes selecciona? Pues no a los mismos, pero sí a casi los mismos. Ustedes pueden verificar cada una de estas antologías y la repetición de nombres que a su vez aparecerán relacionados en diversos roles públicos: jurados de premios; comité dictaminador para otorgar becas; editores de las editoriales en donde se publican y promueven las ediciones de estas antologías; funcionarios de instituciones en donde se apoyan estas mismas antologías y por supuesto en ese afán de presentarse mutuamente como Los Poetas Mexicanos de la Poesía Mexicana.
Preguntas aparte: En esas coincidencias, de tanto repetirse poeta por poeta y poema por poema y antología por antología: ¿Cómo no creer que conforman un grupo? Tal vez se trate de una acción involuntaria, tal vez no exista una consigna o un manifiesto que los congregue como grupo, tal vez ni siquiera sea ése su objetivo ni necesidad en absoluto, pero me parece que si uno es atento y ata cabos, puede encontrar ciertos lazos que van más allá de una relación amistosa. Que si el punto de coincidencia principal es la amistad, eso no debe siquiera cuestionarse. Lo que es cuestionable es si acaso el hecho de ser amigos y poetas les da el pase automático para autoerigirse de esa forma sin tomar en cuenta a todos los grupos de amigos poetas que tendrían el mismo derecho y capacidad para autoerigirse como los poetas mexicanos actuales de todos los tiempos, pero que curiosamente, no tienen la necesidad de hacerlo.
Esta reflexión viene al caso porque cada que abro un diálogo con uno de estos poetas que podríamos llamar “Poetas de la Casa del Poeta” o del FCE o del CONACULTA o del INBA, me dicen que no pertenecen a ningún grupo. Que no estamos en la época de Los Contemporáneos y que yo no soy estridentista ni infrarrealista. Cierto. Pero, ¿no es un poco sospechosa su forma de actuar o su desempeño como persona en el disfraz del poeta? Sin embargo, el verdadero diálogo está en la lectura y en el descubrimiento la calidad en lo que escriben algunos poetas de ese otro “no grupo”. Muchos de ellos realmente tienen una propuesta poética decorosa y profunda. Nacieron para escribir poemas. Pero también es necesario reconocer que, como en todos lados, y como dice el mismo Fabre al referirse a algunos poemas de Papasquiaro, existe basura, así que espero no se ofendan si en algún momento señalo algunos elementos de este tipo en algún poema, que la aseveración será siempre al texto y no al escritor.
Terminaré esta introducción diciendo que hay como otras cinco antologías que pretenden reunir a lo más actual o representativo de poetas mexicanos o hispanoamericanos pero que no aportan mucho a las ya mencionadas. Ello radica en que los criterios de selección varían de acuerdo al poeta de moda que salte de algún sitio de la Novedad Editorial, el Premio Nacional o la Beca en curso, o de acuerdo a lo que el programa editorial sudamericano vocifere como actual, e incluso de acuerdo a los comentarios de amistades directas y de encuentros poéticos a los que el antólogo haya sido invitado. Porque, eso sí no podrán negarlo: en este baile de vanidades, mientras mejor trates al poeta en jefe del momento, mejor serás tratado, y así hasta crear eslabones casi eternos que suelen romperse sólo cuando los intereses personales separan a cada poeta de su anterior “no grupo” de poetas.
Ahora sí, vuelvo a la antología La edad de oro / Antología de poesía mexicana actual. Fabre cuenta en su prólogo que uno de los motivos que lo llevan a crear la reciente antología es porque un sudamericano comentó que “A la poesía mexicana le falta calle”. Jorge Esquinca (otro maestro poeta del “no grupo”) ya había mencionado la misma anécdota en la Casa del Poeta como por el año 2011 cuando dicha institución organizó unas mesas de discusión sobre la poesía mexicana actual. Curiosamente, durante esas sesiones la mayoría de los invitados habló sobre la obra de Los Contemporáneos y López Velarde, lo que me hizo pensar que existe una severa confusión sobre lo que es la poesía mexicana actual, o una prohibición a hablar de ello en público, como le pasó a Bautista en una de esas sesiones cuando empezó a referirse a autores vivos y con obra reciente, y con una frase fulminante Antonio del Toro lo hizo callar al momento, lo que ocasionó que Bautista no volviera a emitir comentario alguno. En dichas mesas Esquinca dijo que en Argentina, alguien, (nunca han dicho quién fue el poeta que lo dijo y si era argentino o no), comentó que “A la poesía mexicana le falta calle”, y yo, riendo dentro de mí me dije que claro que cualquiera que leyera El manantial latente o a Jorge Esquinca, sea sudamericano o no, pensará lo mismo. ¡Claro que les falta calle! Pero esto que se toma como una afrenta o un defecto no es ni lo uno ni lo otro. Sólo es una cruda verdad que no tendrían que esmerarse en cubrir o afanarse en demostrar lo contrario, simplemente deberían asumir su estilo y estudiarlo, no para forzarse a cambiarlo, si no para enriquecerlo en una estética particular. Pero, ¿qué sucedió? Que a Fabre se le ocurrió que con una antología de algunos amigos suyos podría demostrar lo contrario y afirmar con orgullo que él había sido el descubridor de poetas mexicanos en cuya propuesta Sí existía la calle necesaria como para callarle la boca a quien se atrevió a decir lo contrario. Sin embargo, parece que su selección fue dictada más por capricho personal que por un interés verdadero de investigar sobre la producción poética del país en donde es evidente la preocupación y la diversidad de abordar dicho tema. Desde los años 70 o desde antes existen poetas con Calle y no sólo en la poesía sino con la calle misma en la carne. Aquí es donde uno confirma que a Fabre no sólo le hace falta calle sino también lecturas. Eso se soluciona con que tuviera la humildad y paciencia de leer al otro 90% de los poetas mexicanos cuya actualidad está implícita en la atemporalidad.
Dice Fabre en su prólogo: Porque aunque haya todavía quienes se empeñen en negarlo (o tal vez sea un tanto invisible para sus practicantes), durante la mayor parte del siglo xx hubo un modelo poético imperante en México que se identificaba a sí mismo con las dimensiones “más sublimes” de la lengua: un lenguaje de “altos vuelos” sustentado en una confianza desmedida (y un tanto
anacrónica) en los poderes de la lírica.
Pero no hay negación, es claro que él y sus antologías reafirman esa aseveración. Otra vez oí al poeta Esquinca defender a la vieja frase francesa de “La poesía por la poesía”. Y el mismo Esquinca me aseguró que sólo leía a sus amigos. Me imagino que él, creyéndose de las familias imperiales no mezclaba su sangre poética con ninguna otra poética. Y como Esquinca es amigo de Fabre, me da pie para mal pensar que esa práctica de no leer a quien no es su amigo se transmitió como un consejo que, desde mi punto de vista, lleva a la ignorancia y a la terrible actitud de proveerse sólo de lo que, por conocido, es bueno, sin arriesgarse un poquito a conocer aquello que dicen que no debe leerse, que no vale la pena leerse o que es muy difícil de leerse; aquello que se encuentra en las editoriales lidereadas por gente que, dicen, es intratable, por gente con la que no hay que juntarse porque suele tener opiniones críticas ante el sistema cultural vigente.
Más adelante Fabre continúa justificando su selección diciendo que la antología actual es muestra de que ya rompió el cascarón, y se revela: Podría leerse, incluso, un cierto “clasismo” más que un “clasicismo” (en un país tan clasista como éste) en las exquisitas maneras de aquel modelo poético. Un intento por demostrar, poema a poema, una pretendida superioridad sobre otras posibilidades verbales. ¿A la poesía mexicana le faltaba / falta calle? Sorprende que siendo el lenguaje coloquial tan lúdico en México, la poesía fuera tan tiesa, tan acartonada, tan formalita. Un asunto de buenos modales. De gente bien educada. Culta.
Pero por favor, basta leer cualquier ensayo escrito por él en la revista Letras Libres para darse cuenta de que lo que según él denuncia y rompe, lo cuida y asegura para su bienestar propio. No existe contradicción más grande que querer ser un punk con encajes.
Preguntas aparte: ¿Creerá Fabre que en verdad es un rebelde? ¿En serio se siente ya muy de la calle? Llama polémicos a un grupo de poetas totalmente consentidos por un sistema político y social corrupto. ¿En dónde está la polémica de El manantial latente si es muestra de docilidad pura? Ni siquiera dan para armar una polémica. Ante la sujeción de parámetros estéticos no existe discusión, porque todo está tan bien acomodado que no altera ningún orden. Tal vez, más que polémica, lo que ocasionó El manantial latente fue que el otro 90% de poetas mexicanos sonrieran conscientes de que el poeta tiene que vivir en su espacio poético y no en el tiempo de los antólogos. Ése es un pensamiento romántico que me permito creer.
Algunos poetas de esta antología me cuestionan en demasía el por qué generalizo tanto, pero no son autocríticos con Fabre y a él sí le permiten generalizar en el prólogo: Ahora bien, lo anterior no quiere decir que las nuevas generaciones no lean a los poetas mexicanos de otras generaciones. ¿A qué poetas mexicanos de las nuevas y otras generaciones se refiere? Aquí asegura que todos los poetas vivimos en un país de poetas lectores en donde todos nos leemos unos a los otros cuando él mismo no lo hace y miente para beneficiarse y beneficiar a sus antologados. Como podemos comprobar casi de inmediato, sólo vean la lista de los becarios del Sistema Nacional de Creadores y la lista de los jurados y se darán cuenta de que siempre hay un mínimo del 10% de los mismos escritores y poetas.
Fabre descubrió recientemente a Papasquiaro y a los infrarrealistas y ya cree que con ese descubrimiento ya está del otro lado de la poesía mexicana y que ya propone cosas nuevas. Y eso que los descubrió -como muchos lo hicieron- gracias a la fama inevitable de Bolaño y no por la poesía de los infras.
Como lo escribí en otro texto, para mí el único poeta, de este nuevo no-grupo, que ha demostrado serlo es Gerardo Deniz, y eso que el viejito recibió en su momento toda la ayuda de Paz y ahora toda la ayuda del grupo de Paz. Pero a trabajo dado merecimiento otorgado. Aunque se le haya otorgado un premio Aguascalientes sin pedirlo.
Nunca he creído y no practico el culto a la personalidad. Y no sé por qué, las extravagancias personales en algunos poetas se toma como algo bello e imaginativo y en otros poetas molesta e indigna, cuando sólo deberían tomarse como eso: extravagancias personales.
El ejemplo que pone Fabre: En este sentido puede entenderse la popularidad de Gerardo Deniz entre las nuevas generaciones de poetas (Minerva Reynosa incluso se ha tatuado un par de versos de Deniz en el pecho a modo de collares: un fabuloso tatuaje hay que decir)
Preguntas aparte: ¿Cómo no va a ser popular Gerardo Deniz si tiene a todo el aparato cultural mexicano apoyándolo y este mismo aparato cultural mexicano sepulta al 90% de los otros poetas no populares? Un ejemplo claro y concreto: la Coordinación Nacional de Literatura del INBA mantiene, además del sitio donde se difunden sus actividades cotidianas, un Catálogo Bibliográfico de Escritores Mexicanos. Se sorprenderán cuando lo consulten y descubran la cantidad de escritores que hay en el país. Pero más sorprendente será revisar la cartelera de actividades de dicha institución y encontrar ciertos nombres que se repiten cíclicamente, concentrando los recursos de una coordinación que supuestamente debería servir para apoyar y difundir a los escritores de todo el país (en tanto que ostentan lo Nacional en su nombre) en beneficio de algunos cuantos, casi siempre del Distrito Federal y cuya inclusión obedece, la mayoría de las veces, a lo políticamente correcto más que a su propuesta literaria.
Como suele suceder, las alegrías de unos cuantos serán las desgracias de muchos. Pero eso no parece importar cuando eres el beneficiado de la política cultural, y es entonces cuando surge la polarización entre abusivo y resentido; lo que Sabato llamaba “el moño”: tiene que existir un Pinochet para que exista un Ché Guevara. Y aquí lo curioso es que muchos de los poetas beneficiados por un estado corrupto como el mexicano se crean estar del lado del Ché. En fin, una paradoja a resolver con la misma vida.
Veo otro ejemplo de justificaciones: Entre los mexicanos antologados en El decir y el vértigo se encuentran ya Eduardo Padilla (1976) e Inti García Santamaría (1983): dos poetas que inauguran una nueva fase de la poesía mexicana.
Creo que ni el ensayista más adelantado podría explicar qué quiso decir Fabre con eso de: nueva fase de la poesía mexicana.
Es verdad que se puede arriesgar “sólo para molestar”, como él dice, pero aquí hace quedar mal a estos dos poetas que, como él mismo ratifica, habían sido seleccionados anteriormente y uno de ellos aparece en las dos antologías. Si para ellos la nueva fase de la poesía mexicana es ser radical, entonces qué hacemos con poetas de la talla de Ramón Martínez Ocaranza o del mismo Orlando Guillén, en verdad radicales. Y si fueran radicales en vida y no sólo en obra nunca hubieran aceptado salir publicados en una antología. Aquí veo un defecto de discurso al querer asignar palabras que los poetas no llenan, y no por defecto del poeta nombrado, sino porque la naturaleza del poeta es otra; lo que sucede es que Fabre necesita definir sus conceptos de actualidad para justificar la selección de estos poetas y no otros. Lo novedoso para él es querer darle calle a los poemas “descubriendo” formas y vistiendo de disfraces a los poetas que él está antologando.
Los poetas antologados son:
Paula Abramo / (Ciudad de México, 1980)
Alejandro Albarrán / ( Ciudad de México, 1985 )
Rodrigo Flores Sánchez / (Ciudad de México, 1977)
Inti García Santamaría / (Ciudad de México, 1983)
Maricela Guerrero / (Ciudad de México, 1977)
Yaxkin Melchy / (El Telar, 1985)
Óscar de Pablo / (Ciudad de México, 1979)
Minerva Reynosa / (Monterrey, Nuevo León, 1979)
Daniel Saldaña París / (Ciudad de México, 1984)
Y aunque se hayan molestado conmigo algunos de los poetas antologados cuando me referí a ellos como clasemedieros o pequeño burgueses, por más que leo su ficha biobibliográfica no veo que ninguno sea campesino, ni obrero, ni indígena, ni pordiosero. Creo que les ha ido muy bien en sus carreras poéticas. Y que si en algún momento han participado en alguna marcha social o política es sólo por apoyar a tan buenas causas con su amable conciencia. No encuentro el insulto en una condición socioeconómica real.
Lo que hace Fabre a continuación es explicarnos por qué seleccionó a estos nueve poetas y por qué sus estéticas tienen la calle necesaria para ser consideradas como la poesía mexicana actual:
Ambas escrituras parecen provenir de otro sitio:... / poemas de García Santamaría, por su parte, proponen un lenguaje al borde del autismo pero provisto de una ternura adolescente.
Toda poesía proviene de otro sitio. Se podría uno decidir por el autista o por la ternura adolescente. Y si decidimos, ¿el poeta García Santamaría quedará bien representado en sus poemas?
El título de uno de sus libros podría entenderse casi como una poética: Corazoncito. El tono juvenil (casi infantil) de sus poemas resultó más que refrescante en un momento en el que el tono engolado de la poesía mexicana se empeñaba en agonizantes estertores.
Y dale con generalizar ¿no que eso no se hace? le pregunto a los dos poetas antologados que me regañan porque generalizo. Entonces, ¿cuando Fabre habla bien de ustedes, sí se puede generalizar, y cuando se les critica no se puede generalizar?
Y podría Fabre ser más preciso y explicar en qué momento el tono engolado de la poesía mexicana se empeñaba en agonizantes estertores. ¿Sucede en la Condesa o en la Roma o en Polanco o en el Pedregal? Porque para mí el invento de la poesía mexicana de ciertos círculos poéticos no ha dejado, desde su inicio, de tener ese tono engolado y de reproducir esos agonizantes estertores.
Creo que aquí, en lenguaje popular, se le podría decir al prologuista: “No me ayudes, compadre”.
Quitándole todos los letreros que Fabre les puso, los poemas seleccionados se salvan solos o mueren solos. No hay de otra para el poema publicado, lo escriba quien lo escriba. Lo desmedido son los letreros y explicaciones gratuitas con que Fabre equivocadamente los quiere presentar, forzando a los poemas y a los poetas a vestir una ropa estética que no tienen. Si entro a leer a García Santamaría, me hago cómplice de los poemas del poeta y dejo totalmente el comentario en el prólogo. Ni al borde del autismo, ni adolescente, ni radical, ni inauguración de nuevo lenguaje, ¿por qué no sólo el disfrute de un poema, y ya está? ¿Por qué debo encontrar lo que Fabre dice que hay ahí cuando puedo leer sin prejuicio alguno y encontrar muchas otras cosas, algunas quizá contrarias a lo que él asegura que están en el poema?
Así sucede con cada uno de los poetas antologados. Las explicaciones del antólogo sólo ensucian y abruman la personalidad y la estética de cada uno de ellos. Por eso insisto: lo molesto no es la antología en sí, sino la absurda necesidad de proclamar a todos los vientos que se trata de la poesía mexicana actual y que nos quieran convencer, cuando sabemos que no es necesario, de que estos poemas tienen calle: Tal es el caso de Yaxkin Melchy (1985) e Iván Ortega López (1990), cuyos poemas, a la vez que retoman elementos de poéticas transgresoras, por momentos juegan a parecer anotaciones delirantes hechas en un cuaderno de clase de química o biología una mañana cualquiera en la secundaria. Anotaciones delirantes: “Hace falta locura en el mundo mexicano”, escribe Yaxkin Melchy al comienzo de uno de los poemas aquí antologados. Pero donde dice “mundo” habría más bien que leer “poesía”, pues más que en el mundo mexicano (que está ya bastante desquiciado), donde realmente hace falta locura es en la poesía mexicana: tan lúcida, tan inteligente, tan racional, de Sor Juana a Paz, pasando, claro, por Gorostiza: “¡oh inteligencia, soledad en llamas!” Y por lo que puede leerse, Yaxkin Melchy está dispuesto a aportar toda la locura que haga falta.
No sé si los poetas antologados leyeron el prólogo antes de que se publicara este libro, pero si son tan críticos, autocríticos, rebeldes, callejeros, radicales e irreverentes, ¿por qué aceptaron tales absurdos al ser definidos de esa manera en el prólogo?
Está claro que uno no va a encontrar locura en Paz o Gorostiza y menos en Sor Juana; ¿quién cree Fabre que somos los lectores, unos verdaderos idiotas o que sólo leemos, como él a sus amigos? En verdad esas aseveraciones con respecto a lo que escribe Yaxkin son absurdas hasta la risa. Se lee uno todos los manifiestos vanguardistas desde principios del siglo XX hasta llegar a los más latentes que, en caso mexicano son los manifiestos infrarrealistas, y ahí encuentras la locura que pide Yaxkin. Es como querer ir al Palacio de Bellas Artes a patinar en la sala mientras dices tus poemas. Lo novedoso no está en pedir la locura, lo novedoso estaría, en verdad, saltar a la locura real, sin las fotos o videos en youtube tan pertinentes y decentes, porque, al final de cuentas, si no lo fueran, hasta el youtube los borraría si lograran demostrar toda la locura del mundo. Vuelvo a decir que esto no es culpa del poeta nombrado o hasta ridiculizado involuntariamente, esto es una falta de lecturas de Fabre. Yaxkin no merece una presentación tan socarrona.
Lamentablemente para Fabre, 30 poetas más o menos, nacidos entre las décadas del 50 y el 90, son los que proponen, dicen, dictan modas, marcan derroteros e inauguran estéticas en todo México. ¿Realmente cree que todo el mundo poético son sus antologías y las que hacen sus amigos? ¿En verdad se puede llegar a estar tan enfermo de vanidad y de cinismo crónico?
Se agradece que la antología se pueda disfrutar sin su prólogo y que a cada poeta se sostenga por sí mismo, sin tanto letrero absurdo ni tanta desquiciante explicación de quiénes son y adónde van y de dónde vienen. Por ejemplo: Un poeta renovador siempre es una excepción y por lo tanto un solitario. ¿Cuántos poetas renovadores coexistiendo en un mismo tiempo y en un mismo país son necesarios para hablar de una época excepcional? Aquí van nueve y hay más.
¿En serio es una broma? ¿Cree inocentemente Fabre que uno va a aceptar este comentario y dejar que les coloque una corona de cartón por ser poetas “renovadores y solitarios”? ¿Es en serio que uno tiene que quedarse callado y aceptar esta ridiculez? Y después se enojan conmigo porque escribo “tonterías y falacias” (lean bien, Flores y Albarrán: de mí se burlan y cuestionan lo que digo y permiten que Fabre los defina con malabares y luces de artificio que sólo adornan la superficie de lo que ustedes están en vías de construir, porque una época excepcional y una obra excepcional podrá percibirse hasta que ambas hayan sido verdaderamente construidas y no mientras se encuentran en el proceso de gestación, como sería el caso de ambos en tanto que su carrera poética empieza, o va a la mitad, pero en lo absoluto está concluida). Se podría notar, en cada uno de los poemas aquí antologados, la intención de renovar estructuras y juegos lingüísticos, pero más allá de que lo logren o no, habría que tomar en cuenta que no son los únicos que lo han o lo siguen intentando. Y eso de ponerlos románticamente como poetas solitarios, por favor, ni que vivieran en el desierto. Es verdad que no conozco personalmente a los nueve, pero puedo decir que los que conozco nunca han sido solitarios o por lo menos no en el sentido de La Gran Soledad Renovadora. El abuso de la grandilocuencia lleva al ridículo. Y con el párrafo anterior se comprueba la desmedida lógica que desde El manantial latente se ha tratado de imponer. Otros ejemplos, para terminar de mover la cabeza y dejar solos a los poemas y al lector:
Yo quisiera destacar dos rasgos que encuentro, en mayor o menor medida, en los poemas de estos nueve autores: la desconfianza ante la escritura poética y la incorporación del contexto del poema al interior del poema.
Creo que otros poetas mexicanos, franceses, ingleses, españoles, chilenos, argentinos y etécetera ya lo han hecho desde hace como 100 años. No veo lo destacable. Si quieren ejemplos les puedo dar por lo menos 50 referencias bibliográficas para que entiendan que es mejor un redescubrimiento constante de estas formas, que asumir que se está dando por primera vez El Descubrimiento.
Esta desconfianza ante el fenómeno lírico resulta más que acusada en la obra de Daniel Saldaña Paris que incluso dice o simula decir: “Quisiera escribir sobre la escritura, como un bardo que se muerde la cola. / Pero no llego: muerdo…” Sus poemas (ya de por sí condensadísimos, al borde de la implosión) siempre están a punto de no serlo, de ser algo menos o algo más, y en ese filo se tensan.
Qué curioso, para Fabre todo está al borde de algo, en Santamaría al borde del autismo y en Saldaña Paris al borde de la implosión. Será que por eso tanto estar al borde lo hace no concretar nunca su propia visión de la poesía mexicana. Estar en los bordes no te permite ser ni ver el fondo, y casualmente el 90% de los poetas mexicanos está en el fondo. Fabre debería de decidirse por fin a dejar de estar al borde y saltar de una vez. Tal vez así se salvarían un poco su texto y sus antologías.
En cuanto al otro rasgo común que aprecio en la obra de estos poetas, la incorporación del contexto del poema al interior de este mismo, supone dejar de entenderlo como algo fuera —por encima— del mundo para (volverlo a) comprender como un lenguaje en relación con el momento y el lugar desde donde se escribe.
¿Así o más retórica de relleno?
Por supuesto que se trata de una escritura política: si incorpora el contexto al interior del poema es también para reverberar en el afuera del poema, en el contexto.
Si es una escritura política entonces significa que a los poetas de la Casa del Poeta ya no les molesta (o ya entendieron) la poesía social o los panfletos. Ya habla bien de Fabre que acepte que la poesía no es sólo para la poesía. Un acierto.
Es en este sentido que considero a “Carta” de Rodrigo Flores como uno de los poemas más emblemáticos de este momento y por ello esta antología abre con él. Allí el poema, o lo que tradicionalmente se entendería como poema, es negado y en su lugar lo que se nos ofrece es el mero contexto del poema ausente: Flores plantea en ese casi no-poema una lectura de poesía donde el público escuche detrás de paquetes “sanguinolientos” (que no sanguinolentos) de carne para hacer visible el contexto del que la poesía generalmente no da cuenta.
Es curioso entender que durante años cierto tipo de poetas estilo Fabre han negado la validez de este tipo de poemas, y ahora que alguien cercano, por no decir del grupo, desarrolla este tipo de poemas ya se convierta en algo para aplaudir, agradecer y leerlo. Flores llegó a este tipo de poemas casi 100 años tarde. Otros poemas del mismo Flores recrean mejor su realidad, con un humor negro más llevadero y más verosímil; no necesita explicarnos lo que es evidente en una descomposición social, como en ese poema “Carta”, que es un buen ejercicio de nota roja en prosa, pero sin vislumbres de poesía:
De hacer visibles los cuerpos, los cuerpos reventados, los cuerpos intervenidos por la muerte y la violencia. Barrio protestaba contra la dictadura militar. Yo sé y no sé contra qué o contra quién protestaría; incluso sé y no sé si se trataría de una protesta. Un amigo me dijo que le parecía “gratuitamente escandaloso”. Tal vez. Me gustaría conocer tu opinión. ¿Cómo has estado? (…)
Mi opinión es que es claro el cómodo sillón desde donde se escribe este texto. Y hasta se podría ser irónico: ¡ay, los cuerpos reventados, ay, qué miedo, qué tristeza, qué dolor...! y cosas así de moco tendido que llegan a volverse efectistas más que poéticas. Como digo, cuando el poeta Flores no quiere dar testimonio de una preocupación mediática por lo socialmente humano, es mejor poeta.
Y hablando de efectismos mediáticos, un párrafo más de la justificación de Fabre:
Más que la escritura como testimonio o como denuncia, se trata aquí del poema como fecha. Elijo el término fecha, porque no estoy del todo seguro de si se trata de una apuesta por la historia o por el puro hoy. Y en la fecha se tensan ambas posibilidades. En cualquier caso es un desmarcaje de aquella concepción del poema (tan cara a cierta poesía mexicana) como un instante suspendido e iluminado, fuera de la historia y del calendario, pero desde ya inscrito en la eternidad.
“...desde ya inscrito en la eternidad.” Más modestia no se puede pedir. Y después no quieren que uno los critique (pero “si se ponen de pechito”, como dicen en la calle). Aquí él solito se mata: ¿Cómo seguir una vanidad así? No sé cómo se puede estar de acuerdo con un tipo tan enfermo de tiempo y tan ególatra: ETERNIDAD.
Óscar de Pablo, por su parte, lleva ya varios libros explorando nuevas posibilidades de aquello que en otro momento solía descalificarse con adjetivos como “panfletario” o “comprometido”. En su poesía es claro un compromiso político aliado a una conciencia histórica (en su caso sí) que es también una conciencia de la historia de la forma, de la tradición poética y echando mano de ella con singular fortuna. O la poesía de Paula Abramo, donde la autora hace confluir a la poesía mexicana con cierta tradición poética brasileña: aquella donde la experimentación formal es también una preocupación social: la del “Poema sucio” de Ferreira Gullar —que Abramo tradujo
espléndidamente— o la de “El perro sin plumas” de João Cabral de Melo Neto. En ella el rigor y la exactitud formal son una ética. Pero también es político el estruendo de los poemas en prosa a todo volumen de Minerva Reynosa: post-feministas, post-punks, post-pop. Estruendo: no es casual tampoco que Alejandro Albarrán haya titulado precisamente Ruido a su primer libro. Un estruendo que oponer a la poesía del silencio: tan aséptica, tan apolítica, tan pura. Frente a esa poesía, el contexto, el ruido del mundo, el sonido de fondo, un paisaje brutal aunque inasible entrevisto velozmente desde la ventanilla de un tren en marcha: ese imparable poema de Maricela Guerrero
llamado Kilimanjaro.
En ciertos poetas, conocidos algunos, otros no, es preferible -como lo señalara Cardoza y Aragón- quedarse con alguna que otra bella página que hayan escrito. Con estas afirmaciones da pie para volver al mismo cuestionamiento: ¿por qué sería válido para nosotros entender y creer que por tratarse de los amigos de Fabre de pronto ya es bueno que escriban panfletos y poesía social y post- todo? ¿Y que entonces todos los otros poetas mexicanos que han escrito exactamente con esas características desde hace más de 50 años no tengan validez aunque estén vivos y puedan ser leídos y entrevistados y con mayor derecho a ser denominados con la etiqueta “poesía mexicana actual”? No encuentro la novedad ni la actualidad en lo que menciona Fabre como aciertos en estas poéticas. Si él ignora la gran tradición panfletaria o de poesía social o anárquica o post-todo, es porque apenas está descubriendo en la poesía mexicana lo que para otros lectores ya es una tradición. Habría que prestarle varios libros para que se ponga al corriente y deje de descubrir cosas ya hechas (aunque sea por piedad y que no quede en ridículo). Los poetas antologados merecerían más respeto y más atención. No están inaugurando nada, vuelvo a decir, son producto de algo que se viene escribiendo desde tiempo atrás en México y en todos los países del mundo. Disfrutar la lectura de sus poemas y seguir de cerca sus libros recientes y futuros es obligación amable para que no nos pase como a Fabre: por no leer lo que no se vende en el FCE o lo que no publica CONACULTA o lo que no leen nuestros amigos, ignoramos lo otro que también se escribe en México.
Y es que esta antología toma partido sólo por algunas de las posibilidades de la poesía mexicana: las que a mí me parecen más interesantes, propositivas, vitales, las que intentan asumir formalmente su época, representadas por estos nueve autores aunque compartidas por muchos más.
Vaya, algo un poco más sensato pero igual de inexacto. ¿Cómo no le van a parecer las más propositivas, vitales y las que intentan asumir formalmente su época si son las que él presenta? Si está queriendo vender una idea estética o poética, está perdiendo clientes.
Casi podría decirse que la poesía mexicana se ha polarizado (no quiero sonar maniqueo, pero el país anda así, aunque claro, todo dentro de una conciencia y una retórica de la pluralidad): por un lado, esta serie de escrituras que se erigen más allá de lo que fuera la poética dominante, que se radicalizan, se cuestionan, y exploran más allá de sus límites; y, por otro lado, poéticas que se han asumido como albaceas del legado de la poesía más conservadora e institucional, que han hecho suya la encomienda de salvaguardar lo tradicionalmente considerado como poético (llevándolo a extremos involuntariamente ridículos y accidentalmente caricaturescos), o que, en su defecto, han intentado utilizar ciertos recursos “posmo” pero la noción de poesía en que se sostienen sigue siendo la del antiguo modelo poético.
En esto sí que peca de inocente. En verdad, ¿cuándo abrió los ojos Fabre? Parece desconocer toda la historia de la poesía mexicana y en general, a menos que esta antología se vaya a ocupar como texto escolar a nivel secundaria o algunas preparatorias del Opus Dei, porque si no, no encuentro la razón de estos párrafos didácticos y “lúcidos”.
El lector interesado en neoconservadurismos ramplones puede encontrar un ejemplo sin desperdicio en la sección mexicana de Poesía ante la incertidumbre: la fallida antología de poesía iberoamericana que quiso vender la claridad verbal y la emoción poética más chata como una postura que oponer a estos tiempos oscuros: “La emoción no puede estar de moda. La emoción es intemporal y universal. Y la poesía tiene que emocionar. Ante tanta incertidumbre, para nuestra sorpresa, una gran parte de los nuevos poetas en español se han adscrito a una tendencia tan experimental como oscura…”
Y como le dije a los dos poetas antologados que se ofendieron tanto con mis comentarios al aire en el Facebook: cómo sucede que Fabre o ellos mismos en algún momento puedan criticar duramente y burlarse sin tregua de otros poetas y cuando uno los critica ya no les gusta. Ser objetivo y aguantar las críticas creo que es parte de la formación del poeta. En el párrafo anterior Fabre nos ilustra cómo no se debe hacer una antología, como si él supiera hacerlas muy bien.
Y por otra parte, y ya para terminar, Fabre casi nos felicita por leer su antología y nos hace cómplices de sus desaciertos: Por otra parte, tal vez una de las pruebas de la fuerza de estas nuevas poéticas aquí representadas lo constituya un curioso fenómeno: la escritura de algunos poetas de generaciones anteriores se ha transformado también a partir del cambio de paradigma estético operado desde la escritura de los más jóvenes: una influencia a la inversa de lo que sucede tradicionalmente. ¿Se trata de una “cirugía estética”, un vano afán de rejuvenecimiento en una cultura donde el modelo a seguir es la juventud? ¿Podríamos hablar de una poesía-botox? ¿Es una moda o es algo más profundo? Debo confesar que en última instancia, a mí la moda no me parece mal. La moda como un modo, superficial si se quiere, de, como otrora se decía, ser moderno, es decir, de habitar el hoy. Y es justo la marca del “hoy”, la fecha, lo que faltaba a la poesía mexicana tan preocupada por la eternidad. Sí, las modas pasan. Habría que añadir: como todo. Y también: las modas vuelven. Algunas. A veces. Pero hoy por hoy no me interesa preguntarme: ¿qué de todo esto perdurará? Sino, más bien: ¿qué está pasando? Y lo que está pasando es este ahora convulsivo de la poesía mexicana al que, por momentos, me siento tentado a llamar Edad de Oro: una época de liberación poética que tiene lugar justo en pleno desastre del país, pero sin negar el desastre, más aún: asumiéndolo. Sí, qué ganas de declarar una Edad de Oro de la poesía mexicana, aunque sea de broma, aunque sólo sea por molestar.
En mi caso, como dije antes, más que molestia, me da pena ajena, y yo, en vez de la Edad de Oro la llamaría Las Edades de la Pirita: la poesía mexicana tan preocupada por la eternidad. Fabre denuncia ciertas preocupaciones sobre la poesía mexicana, pero él mismo parece más preocupado por conservarse como el Dorian Fabre de la poesía mexicana. Dice cosas tan viejas como “ser moderno”, “paradigma estético”, “habitar el hoy”, “época de liberación poética”… Parece que estoy leyendo a Justo Sierra. En fin, que habrá quien se crea todo su prólogo y toda su grandilocuencia gracias al apoyo constante de las grandes instituciones culturales y universitarias de México.
Y hasta aquí mi texto serio pero no académico sobre esta antología fallida en su vanidosa formación y prólogo y con bellos aciertos entre los poetas y poemas seleccionados.
Contesto con verdadero placer a los dos poetas que se sintieron ofendidos y violentados por mi diálogo con el poeta Pedro Damián en Facebook, pero leí en otro momento -creo que era de Brecht- algo así: “se le llama violento al río pero no se llama violentas a las orillas que lo contienen”. Habría que preguntarse si no es violenta la actitud que siempre ha tenido Fabre y algunos de sus amigos en contra del otro 90% de poetas mexicanos con sus absurdas afirmaciones y cabría denunciar seriamente sus abusos y pedirle en este caso a la UNAM que cuide más los libros que imprime, porque está entrando al juego de la mercadotecnia de la pose y la discriminación. Agradezco la atención prestada y recomiendo la lectura de Las edades de la pirita, pero sólo los poemas, porque todavía hay tontos que creen que el Tiempo es Oro.
Marco Fonz
Quito, Ecuador, atemporal.
P.D. Por fortuna, ahora, hoy, actualmente, recientemente y la nueva forma de leer los libros de la UNAM también es virtual, y se agradece.
Epílogo
Para que Luis Felipe Fabre no diga que sólo quiere molestar y que en verdad se haga un trabajo serio y completo de investigación sobre poetas sociales, panfletarios, rebeldes, radicales, punk, bizarros y sin estar solamente al borde si no en verdad dentro de sus situaciones de vida, no sólo en apariencia ni en pose (porque una verídica poesía de la calle surge cuando la calle se transforma en poesía), quisiera regalarle esta lista de poetas que curiosamente vienen trabajando desde hace años toda la estética que Fabre acaba de descubrir. Y no es malo que Fabre tenga sus primeras experiencias con este tipo de poesía, lo que es excesivo es que crea que son actuales y que sólo nueve poetas las desarrollan en México, cuando, si es real su interés por ello, a continuación encontrará propuestas para las que se esperaría que se diera el tiempo y el verdadero oficio de lectura e investigación para ver si se le ocurre seguir la sugerencia que alguno de los poetas antologados me hizo: hacer una antología de poetas resentidos (no apagaré su sarcasmo, pero no lo olviden: el resentido aparece en respuesta de la actitud abusiva). Y ojalá también los nueve poetas antologados lean a estos otros poetas para que no se sientan tan solos creando poemas que ya otros vivían desde hace muchos años, antes de que los nueve publicaran sus primeros libros (o incluso algunos coincidirán en la edad, pero no en la necesidad de forzarse a escribir con calle, siendo ésta su naturaleza real):
Roberto López Moreno, Leopoldo Ayala, Oscar Altamirano, Enrique González Rojo, Edgar Artaud Jarry, (Ya conocen a Jaime Reyes), Juan Martínez, José Vicente Anaya, Ramón Martínez Ocaranza, Pedro Damián, Ektor Zettaek Balam, Orlando Guillén, Lalo Quimixto Chacala, Francisco Zapata, Ramón Méndez, Ricardo Castillo, Rogelio Dueñas, Jaime Coello, Israel Miranda, El Colectivo Morvoz, Colín, José Fons Textosterona, Ángel Carlos Sánchez, Colectivo La Tarántula Dormida, Jesús Bartolo, Andrés Cardo, Adriana Tafoya, Saúl Ibargoyen, Colectivo Órfico, Mauro Hernández Fuantos, Jerónimo E. Gómez Cuadra, Reneé Acosta, Rojo Siena Editorial, Colectivo La Rabia del Axólotl, María de Jesús Villalpando, Gerardo Grande, Javier Raya, Semanario Deportivo de Poesía, Máximo Cerdio, Tulio Chavarría, Jeremías Marquines, Mikel Lecumberri, Rojo Córdova, Pita Ochoa, José Peguero, Fernando Trejo, Arturo Alvar Gómez, Gustavo Alatorre, Daniel Téllez, José Manuel Recillas, Ruperta Bautista, Andrés López, Metáfora Hoja de Poesía, Ángel Nungaray, Ignacio Ruiz Pérez, Sonia Silva-Rosas, Antonio Salinas, La Jerga, Revista Clarimonda, Éric Marváz, Estrella del Valle-Arizpe, David H. Rambo, Mauricio Jiménez, Javier Moro Hernández, Balam Rodrigo, El Piñón, Adán Echeverría, Iván Cruz, Sergio García, Pterocles Arenarius, Mardonio Carballo, Juan Carlos Bautista, Arturo Terán, Gabriel Cruz Mayorga, Heriberto Yépez, Marceal Méndez, Sergio Loo... y cuando terminen de leer les enviaré otra pequeña lista con más poetas mexicanos actuales. Porque querer vender pirita en vez de oro es un daño espiritual.