Zozohua
por Graciela Salazar Reyna
No hay peor
servidumbre que la esperanza de ser
feliz.
Carlos Fuentes
Iremos hilando en el trajín cuentas,
flores o ideas, según el viaje. En éste leemos a Carlos Fuentes en su Diana o la cazadora solitaria que nos enfrenta
con preguntas que parecen repetirse, a través de generaciones: ¿Acaso no
merecemos, por el sólo hecho de nacer, la eternidad en nuestro paso por la
vida? ¿Podemos amar en la tierra y merecer
un día el cielo? De aquí surgen otras, como, por qué importa tanto ir
buscando cobijo y aceptación de quien tenga poder de absolución sobre nosotros.
Si la servidumbre se contrapone al
espíritu revolucionario, a la rebeldía; estamos fritos quienes, asumiéndonos
revolucionarios, finquemos hoy en la esperanza de la felicidad. Paradójicamente,
vamos de acuerdo –con Zitarrosa- en que “No hay dolor más atroz que ser feliz”.
¿Esclavos, pues, por naturaleza o masoquistas?; pese a que duele, la perseguimos
a costa de la propia libertad. Quizá, porque en el fondo, ofrecemos tributo a
“nuestro señor”, sin importarnos quien sea él sino su protección.
Los existencialistas antepondrían su
“yo no pedí nacer”; los románticos se conformarían con oler el cielo, para
llenar de su aroma el siguiente poema que regalarán a su amada. Pero seguiría
en el aire la pregunta si es en sumisión o libertad la esperanza de ser
felices. Y posiblemente, será en aquélla, cuando nos sentimos pequeñitos,
indefensos e incapaces de conseguir por cuenta propia, bien tan preciado; en
libertad, justo cuando se es capaz de hilar el arco iris con sendos brazos,
después de la lluvia.
Ignoro si será suficiente una vida,
para contestarnos las preguntas multiplicadas al paso; lo que sí parece seguro
es que, por alguna razón sigue siéndonos necesario el padre todopoderoso.
Inclusive, degustamos a Jaime Sabines que declara “A mí me encanta Dios. Ha
puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las
hormigas. Y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho
–frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!”. Sin más, es uno
feliz, leyendo en su esperanza de ser feliz; hasta nos sentimos amables y
capaces de nacer libres.
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