El sueño de Lu
Israel González
El sueño de Lu era ir a conocer las ballenas, en
Baja California, con Sebastián, su hijo de escasos cinco años.
Un aneurisma -tan raro en infantes, sin embargo,
cortó para siempre la vida del niño.
Después de un año del deceso Lucía (Lu) aún no se
recupera, acaso porque no tiene con quien compartir el duelo, pues es madre
soltera y vive sola en una hermosa casa en una de cuyas ventanas se aprecian
dos o tres hermosas palmeras.
Lucía tiene que recurrir a terapia psicológica, en
donde junto con otras madres trata de exorcizar el dolor.
En una de las sesiones se preguntan por qué no
existe una palabra para nombrar a la madre que pierde a un hijo y sí la hay
para designar al hijo que pierde a su madre: huérfano. (Lu, en realidad
es una mujer huérfana, una madre huérfana, sin marido y sin hijo).
El dolor de Lu desborda la pantalla. Ha muerto su
sueño, su compañía, su esperanza, su futuro. Sus entrañas están vacías y
sangran sin que nadie pueda hacer nada por detener la desconsolada hemorragia.
Un día Lu toma una decisión inesperada. Llama a su
amigo Malic (o Malik) para decirle que necesita confiarle un secreto.
Dicho secreto desencadenará el final de la historia.
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