Presente
Israel González
Vivo en un país triste.
Vivo en un país violento.
Vivo en un país en donde las
mayorías no cuentan.
Si el día de mañana tengo
todavía fuerzas para seguir
quiero que se respete mi
voto,
que los políticos no me digan
mentiras
y cumplan una a una sus
promesas.
Si mañana sigo vivo todavía
quiero ya no ver a mis
compatriotas
pudriéndose con prisa en las
calles y en los parques;
a los muchachos ahogados en
alcohol
o aspirando el “activo” que
perfora sus cuerpos,
sin otro oficio que el tiempo
consumiéndolos.
Si mañana todavía mis ojos
alcanzan a deletrear el mundo
quiero que el aire sea de
verdad transparente
y la luz no tema presentarse
desnuda ante el mundo.
Porque hubo una vez un niño
que padeció hambre y pobreza
y anduvo solo y descalzo por
los andurriales de su universo.
Porque hubo una vez un joven
que creyó ciegamente
en la fraternidad de los
hombres y en la democracia que nunca llegó.
Y luego el hambre que se
acerca a pedir una moneda
o a arrebatar lo que has
ganado con el sudor de tu frente
o despojando a otros más
débiles que tú, más inermes.
Y la sangre que corre sin ley
y se mete en la casa de todos
donde -desesperados o
indiferentes- contemplamos con asco o con
lágrimas
cómo el mundo, nuestro mundo,
se desploma a pedazos.
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