Yo coincido
por Daniel Jiménez
La cascada de humo es a la inversa, cae el humo en el hígado
horizontal del lago del techo, hemos subido al cuarto de Enrique todos como
síntoma de nuestra embriaguez, la mía no lo es tanto, apenas un mareo relajante
nubla mi cabeza. Sentados en la isla de la cama junto a Omi, Chava y Kike; ven
las fotografías de una boda antigua donde Enrique yace agazapado en alguna
esquina de la cartulina con un traje artificial negro. La sustancia de la
habitación es espesa, la atmosfera aun así no pesa, oprime débilmente como un
puño revelador de nuestro físico existente. Divaga la poca luz de la lámpara
que lame con pereza la superficie de las fotografías y los rostros ahí
pendientes y presentes.
Yo, lejos, de pié, contemplo la escena esperando el
desenlace. Coincido que será muy seguramente el llanto de Enrique por su esposa
muerta. Sus ojos tienen luz propia mientras señala con dedos lentos las figuras
en la fotografía, una sonrisa triste dibuja en su rostro la sombra de la
felicidad perdida, mientras empuña con la otra mano una botella que siempre lo
acompaña en su viaje al pasado; el camino es el mismo, ya logro ver las
lágrimas surcando su rostro. También son caminos idénticos.
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