Cuatro lunas
Israel González
Todavía hay a quienes importa con quién vas o no a la cama.
“¡Qué asco!”, era la expresión de aquella bióloga, Legionaria de Cristo, al referirse al placentero sexo anal.
En “Cuatro lunas” (México, 2014), Sergio Tovar Velarde presenta cuatro historias de homosexuales clasemedieros defeños. Desde el niño que empieza a sentir atracción por el pene de su primo, o el joven que se sabe homosexual pero se niega a aceptarlo por la presión familiar y social, o la pareja plenamente aceptada que vive el drama de la desaparición del amor, hasta el anciano –con mujer e hijas- que decide saborear lo que de joven no pudo.
La vida no acostumbra dejarse atrapar fácilmente. Cuando ya la teníamos bien metida en un vaso, se desparrama como deliciosa cerveza. Más aún cuando se trata del amor y del sexo –clandestinos- entre hombres que no pueden besarse ni acariciarse en público como sí pueden hacerlo los dueños del mundo, es decir, los heterosexuales.
“¡Qué asco!”, volvería a exclamar la bióloga que estudió tal carrera para no entender nada de nada de la vida.
¿Habrá alguna vez -en algún tiempo por venir- aceptación, no tolerancia, abierta, total para los diferentes? ¿Habrá más finales felices que no lo sean sólo en la pantalla de cine?
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