¿Las mejores
universidades del país?
Por Arturo Texcahua
Más cuentos para los amanes de la ficción, en este país de
las verdades a medias. Son unas encuestas que han dado a conocer los diarios, El Universal y Reforma, que revelan, según ellos, cuáles son las mejores
universidades del país. Las encuestas en realidad presentan las carreras mejor
valoradas de determinadas instituciones de educación superior, principalmente de su zona central,
que es, para efectos de nuestra tradicional apreciación, la única que parece
importar. Llama la atención cómo los resultados no coinciden. Las universidades
que en una encuesta están en un buen lugar, en la otra no aparecen o están al
final de los primeros lugares. La razón, explican los diarios, es la
metodología, porque ambas, muy acordes con el espíritu de productividad que anima
al sector privado, han basado sus estudios en la opinión (subjetiva) de quienes
contratan a los egresados.
¿Hay algún criterio académico en estos resultados? ¿Se han
considerado los conocimientos, habilidades y competencias que tienen unos y
otros egresados? ¿Se ha evaluado la incidencia de estos egresados en los
cambios sociales, políticos y tecnológicos del país? ¿Se ha ponderado la
investigación que se realiza en estas universidades en las áreas de las
carreras encuestadas?
Se da por sentado que el criterio del sector privado es el
mejor para este tipo de evaluaciones. Y eso no es cierto. Ellos tienen su
apreciación, pero no es la única que existe. Los egresados de las universidades
del país no solamente trabajan para los empresarios. Los planes de estudio no
están hechos únicamente para atender los intereses de quienes son poseedores
del dinero. También están pensados para atender otras necesidades del país. Es complejo
determinar cuáles son los alumnos más preparados y las mejores universidades de
México, porque cualquier metodología que se utilice privilegiará determinados
criterios y relegará a otros, según los intereses del investigador.
Lo realmente grave es que estas encuestas, divulgadas a lo
ancho y largo del país, crean prejuicios y apreciaciones equivocadas en la
sociedad, así como rechazos sin fundamentos objetivos entre quienes pueden
contratar a los que buscan un empleo con un título en la mano.
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