El abuso (primera parte): las
elecciones del domingo.
Por Arturo Texcahua
Esta semana vi por primera vez un
documental llamado Lecumberri, de
Arturo Ripstein, filmado en 1976, un poco antes de que finalmente acabaran con
la detestable prisión de El Apando de
José Revueltas (donde además fue prisionero por su congruencia ideológica y la
denuncia de un régimen intolerante, antidemocrático); una cárcel que fue el escenario
de tantos y tantos abusos, además, de ser el telón de fondo de un magnicidio, el
asesinato del presidente Francisco I. Madero. Ciertamente, la constante en el
documental es el abuso. Lamento escribir que el abuso sigue siendo una
constante en este país. Todos los días se cometen abusos y no solamente en el
sistema judicial, que aún con todo y las defensorías de derechos humanos, se siguen
cobijando al amparo de procedimientos y leyes que no funcionan como se
quisiera. El abuso está en todas partes. Muchos políticos los ponen en práctica
todos los días. La corrupción es una de sus expresiones más evidentes. Por aquí y por allá escuchamos de esos abusos y de esa corrupción. Sobre Enrique Peña
Nieto pesan fuertes sospechas de corrupción que seguramente nunca se comprobarán. Podrán ser corruptos,
pero no pendejos, reza una vieja máxima popular utilizada con referencia a la
actuación de los gobernantes (aclaro que sí los hay corruptos y pendejos). Pero por supuesto que no es el único caso de abuso del poder. Estos actos los ejercen gobernantes y están en los gobiernos de todos los partidos
políticos. Son de verdes, rojos, azules, amarillos y demás colores. Quizá los nuevos partidos, como el del mesías, aún no se embarran como institución de estos actos, porque
apenas se estrenan en esta elección, aunque de algunos de sus miembros no se puede
meter la mano al fuego. Digamos que en efecto, en todos los partidos hay gente indeseable.
El problema es que los propios partidos los protegen en lugar de expulsarlos y
castigarlos. Les conviene, los necesitan, por una u otra razón. Por el bien del
país, argumentan. Por ello, salen de un partido para irse a otro. Por eso se olvidan
sus marrullerías, se justifican y se perdonan. El fin justifica los medios, vuelve
al presente una máxima que nunca se ha ido.
Vienen las elecciones. Son este
domingo. En un régimen democrático como el que pretendemos ser, se dice que es
la única manera civilizada de arreglar nuestros problemas. Como muchos, quiero
pensar que es cierto. Por eso, no obstante todas las fallas del sistema y de
quien preside la organización de la contienda (un niño bien que desprecia a los
indígenas, fiel a una vieja tradición en México), iré a votar este 7 de junio.
Aún no sé por quién. Es tan difícil tomar una decisión. Como muchos, estoy
desilusionado; tengo tanta desconfianza. Habrá que ver.
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