Consejos para morir en medio del absurdo
Por Arturo Texcahua
Ya sé, ya me lo dijo la amiga que me retiró la amistad porque me debe dinero: soy muy negativo. Me duermo y me levanto pensando lo terrible de la situación ambiental (cambio climático, deforestación, agotamiento de los recursos, extinción de especies, ¡Ay, mis hijos), me angustia la inseguridad, me preocupa la violencia (150 personas asesinadas en minutos como judíos en la Alemania nazi); estoy atónito ante la proliferación de los fundamentalismos (el tal Estado Islámico, por ejemplo); desconfío de los políticos y abomino los baches que no tapan las autoridades ineficaces, a los conductores que tiran basura desde sus autos y a los vehículos del transporte público de pasajeros que cuando no obstruyen las calles transitando demasiado lento y haciendo base donde debiera ser imposible hacerla, corren como despavoridos para ganar el pasaje o alguna carrera obtusa.
Mejor mátate, me dice una amiga atea y cruel que así me cierra la boca y ahuyenta mis quejas por un rato.
Sin embargo, les aclaro que acepto vivir en este mundo y en esta época. Y desde mi anónima existencia trato de hacer algo responsable como ciudadano y como ser humano, además de seguir hablando, señalando y objetando estos asuntos.
Pero si usted quiere seguir el mal consejo de mi amiga, le recomiendo ver una serie norteamericana de televisión que se llama 1000 maneras de morir (1000 ways to die), producido entre 2008 y 2012, que aunque nunca transmitió las anunciadas mil maneras, casi le pegó a las 400 en 74 programas. La serie ve la muerte como el producto de simples actos de estupidez o el castigo casi divino que se buscaron las víctimas por sus mentiras, abusos y faltas (una visión moralista del conservadurismo yanqui, of course). Se la merecieron es la constante conclusión. La dramatización de cada muerte, realista y gore, es rematada con una frase de un ácido humor negro: "trabalenguas" (dos amantes mueren porque sus lenguas se pegan), "viajeros frecuentes al más allá" (una pareja fallece en un avión intentando tener sexo en el baño mientras se presenta una súbita turbulencia), "muerte química" (una química es poseída por una rabieta de celos y rompe un recipiente con ácido que la quema). Por supuesto que las frases originales en inglés son más ocurrentes que las traducciones.
¿No hay suficientes ideas en esta serie? Entonces usted necesita El completo manual del suicidio, del japonés Wataru Tsurumi, que contiene un buen número de recomendaciones probadas para irse de inmediato al otro mundo (si es que lo hay). La mala noticia que le tengo es que no existe (¿o no conozco?) una versión en español de este escandaloso libro.
Si aún no encuentra lo que busca, le recomiendo otras formas indirectas de suicidarse. Viaje a lugares peligrosos, donde la vida, como dice nuestro célebre compositor, no vale nada. Vaya a ciertos lugares de nuestro país (donde lo desaparecen por protestar o ver feo a un narcotraficante), cruce la frontera con EUA como mojado (algún gringo loco, un policía racista o un granjero del clan le pegará un tiro), o visite África o Iraq, si no lo mata una bomba o una rara epidemia, diga que es cristiano, segurito le meten un balazo entre ceja y ceja y le cortan la cabeza (¿o le hacen lo segundo y luego lo primero?).
Le deseo suerte.
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