Sobre Llené mis ojos de agua, voces de mujeres
María Torres
En este libro hay 19 relatos de mujeres de dos familias numerosas, encabezadas por Alaciel Vergara Castillo y Julia Condado, cuyo eje temático es el agua. Son dos simples mujeres de provincia que lucharon por sus familias, que salieron de sus pueblos en busca de mejores condiciones y expectativas, que pasaron por experiencias abrumadoras. Sus historias revelan los sinsabores de toda una generación en México. Su juventud transcurrió en la década de los cincuenta, cuando el desarrollo industrial del país hizo emigrar a muchas personas del medio rural a las grandes ciudades, principalmente al Distrito Federal. En medio de esa dinámica económica y social, soportaron pobreza, abusos, violencia, machismo, ninguneo y falta de educación. En sus historias se observan estas circunstancias y un difícil y, a ratos, dramático andar.
Los textos expresan la diversidad de experiencias de un grupo heterogéneo: hay personas que apenas si saben leer y escribir y otras con preparación universitaria; las hay muy seguras así como temerosas de sus decisiones; unas evidencian gran felicidad, otras bordean el sufrimiento. Si bien es cierto que en algunos pasajes se observa cierta sumisión al hombre, en los hechos se nota el coraje, la rebeldía, la resolución que mueve sus actos. A todas las que son madres las une el gran amor a sus hijos, por quienes luchan permanentemente, resisten sufrimientos e, inclusive, toleran vejaciones. Son mujeres envueltas en una dinámica de cambios emocionales, académicos, laborales y físicos, casi todas han tenido que migrar: del campo a la ciudad, del Sur al Norte del país, de México a Estados Unidos, del calor al frío, de la armonía familiar a la desesperación. Hay historias conmovedoras, hay experiencias nostálgicas, hay momentos alegres. Asimismo, hay cierta dosis de violencia y la angustia subrepticia que provoca la incertidumbre de la libertad.
En estos testimonios reconocemos el arrojo, la fuerza inagotable, el esfuerzo que una es capaz de hacer y que persiste en las mentes de todas las mujeres. Las lágrimas de este libro se parecen al agua, son igual de transparentes, pero saladas como el mar y amargas como el sufrimiento.
Los textos expresan la diversidad de experiencias de un grupo heterogéneo: hay personas que apenas si saben leer y escribir y otras con preparación universitaria; las hay muy seguras así como temerosas de sus decisiones; unas evidencian gran felicidad, otras bordean el sufrimiento. Si bien es cierto que en algunos pasajes se observa cierta sumisión al hombre, en los hechos se nota el coraje, la rebeldía, la resolución que mueve sus actos. A todas las que son madres las une el gran amor a sus hijos, por quienes luchan permanentemente, resisten sufrimientos e, inclusive, toleran vejaciones. Son mujeres envueltas en una dinámica de cambios emocionales, académicos, laborales y físicos, casi todas han tenido que migrar: del campo a la ciudad, del Sur al Norte del país, de México a Estados Unidos, del calor al frío, de la armonía familiar a la desesperación. Hay historias conmovedoras, hay experiencias nostálgicas, hay momentos alegres. Asimismo, hay cierta dosis de violencia y la angustia subrepticia que provoca la incertidumbre de la libertad.
En estos testimonios reconocemos el arrojo, la fuerza inagotable, el esfuerzo que una es capaz de hacer y que persiste en las mentes de todas las mujeres. Las lágrimas de este libro se parecen al agua, son igual de transparentes, pero saladas como el mar y amargas como el sufrimiento.
Cuando leí el libro comprendí qué difícil es la pérdida de un hijo, de un lugar, de un amor, de un momento. Las mujeres vivimos muchos duelos...
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