Sobre Lo que Sor Juana no dijo de los hombres, por Samuel Arias
Elizabeth Llanos ha cultivado en su prosa un estilo sin malabares retóricos y un tono de desparpajo inconfundible. Al mismo tiempo, como buena mujer que presume de ello, posee una irónica lucidez para cuando se trata de tomar la pluma y desatar los diablillos literarios. Prueba de lo anterior es esta reunión de “ideas tragicómicas” que responde al título Lo que Sor Juana no dijo de los hombres. Sugerente encabezado para textos nacidos del caminar con zapatillas, pero sin tropiezos; del jocoso análisis, aunque implacable; de la broma obligatoria, mas no ofensiva, sobre aquella condición asaz polémica en el reino animal: ser (o decirse) hombre.
La autora no descalifica, sino cuestiona mediante un humor riguroso que, alejado del solemne debate, deviene en ingeniosa fábula de sexos: oportunidad inmejorable para que los varones –tímidos o temidos– se diviertan con el discurso inteligente de una escritora que no es feminista, pero que defiende a la mujer frente al mal concebido concepto de la hombría. Disfruten, pues, lectores, de la precisión que tiene Llanos para mostrar las debilidades de los machos; gocen, así, lectoras, del atrevimiento y la agudeza con que Elizabeth expresa: “Ánimo, muchachas, Sor Juana no se ha ido”.
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