Vuelve a la vida
Israel González
El cineasta, como el escritor, no deja nunca de
buscar.
Imposible quedarse quieto. Imposible decir hasta
aquí.
Historias, ideas, imágenes como olas de un mar que
nunca duerme, como alas de un mar que siempre nos arrastra más allá.
En una de ésas uno se va a Acapulco en busca de
información de primera mano acerca de los tiburones.
Y encuentra, además de sal y olas, de sol y gente,
de cerveza y ceviche, de arena y horizonte, de atardeceres y amaneceres
deslumbrantes, una historia de amor casi perdida entre un joven acapulqueño y
una joven modelo neoyorkina.
Así es el azar. Así es la vida de impredecible, de
juguetona, de sorpresiva.
Carlos Hagerman encuentra lo que no buscaba y
decide reconstruir la historia de la pareja setentera en un gozoso documental
al que titula, como el ceviche que tiene a bien rescatarnos de las horribles
crudas, “Vuelve a la vida” (México, 2010).
Vale la pena ver, oír, asistir a esa “visita al
pasado” que es el documental.
Que de nostalgias también está hecha la vida.
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