miércoles, 10 de abril de 2013

Zozohua, por Graciela Salazar Reyna


Zozohua
Por Graciela Salazar Reyna

Interesante asignación del “Premio internacional de poesía y ensayo, Octavio Paz”, en su 10ª edición, a Fernando Savater, por su trayectoria intelectual y cívica. Primero vino a mi memoria su digerible y exquisita “Ética para amador”, con que se entretienen los chavos leyendo cómo un padre, hasta cierto punto moderno, escribe mientras dialoga con su hijo y lo inicia, sutilmente por los caminos de la filosofía; luego pensé en “Invitación  a la ética”[1] por la que recibió, en 1981, el X Premio Anagrama de Ensayo. Así que decidí hojear de salto en salto las partes de éste (Hacia la ética, La razón moral y Más allá de la ética) incluido el epílogo (Respuesta a Sade), en el cual vapulea al marqués por atreverse –según él- a rechazar el proyecto ético.

Aunque no estemos totalmente de acuerdo, con dicha “Respuesta…” u otras, en cuanto hipótesis y supuestos; resulta sin duda gratificante el magistral ejercicio de pensamiento y argumentación de Savater en cada uno de los temas que aborda. Nos mantiene a raya recordándonos, por ejemplo, (en La relación con el otro, Cap. III) que una relación ética con otros, sólo puede mantenerse, estando dispuestos a concederles la palabra; poniendo en ella exactamente lo que les exigimos, ofrecemos o reprochamos. Más claro, a veces, ni el agua. Conceder e intercambiar la oportunidad, limpia y llanamente; parece sencillo, pero se olvida en la convivencia, todos los días. Concluye el capítulo, asegurando que la relación ética sólo se da con los demás; pues así se confirma la condición de ser humano, al tiempo que propicia la infinitud creadora y libre que nos trasciende.

Y como de intercambiar, a través de la palabra, se trata engarzamos aquí, con un fragmento digno de disfrutarse; está cumpliendo sus 70 años:

Tomé al principito en mis brazos porque se quedó dormido y emprendí otra vez el camino. Me parecía que llevaba en brazos un frágil tesoro. Me parecía incluso que no existía nada tan frágil sobre la Tierra. Miré, a la luz de la luna, su frente pálida, sus ojos cerrados, los mechones de su cabellera, agitados por el soplo del viento y me dije: ‘Esto que veo aquí no es más que una corteza. Lo verdaderamente importante es invisible’. (El Principito)







[1] Fernando Savater. Invitación a la ética. Anagrama, 2ª edición, Barcelona, 1997

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