Amor y revolución
Israel González
En la pequeña sala de La casa del cine (República
de Uruguay 52, colonia Centro), se exhiben dos interesantes películas: La
delicadeza y Ciudadano Buelna.
Divertida, pero no insustancial, La delicadeza (de
David y Stéphane Foenkinos, Francia, 2011) trata el tema del enamoramiento
entre Nathalie y Markus, dos personajes que a decir de los promotores de la
cinta (y de la mejor amiga de Nathalie que en alguna parte de la historia le
dice: Te mereces algo mejor) encarnan muy bien las figuras de la bella y
la bestia.
La película, además de hacernos reír, nos hace
reflexionar en por qué nos enamoramos de alguien que, para las personas que nos
rodean, muchas veces es nuestro antípoda.
Delgada, sensual, viuda de un joven deportista al
que amaba sin reservas, una mañana Nathalie besa a Markus inopinadamente,
porque sí, sin saber que ese beso despertará en ambos la ternura y el amor que
llevan largo tiempo guardado.
Sebastián Zurita es Ciudadano Buelna
(Felipe Cazals, México, 2012), “el inconforme que nunca se rajó”, como reza el
subtítulo.
En la época de Porfirio Díaz y de Madero, en
Sinaloa, un joven estudiante de derecho decide abrazar -y abrasar- la causa
revolucionaria.
Rafael Buelna Tenorio no es el típico
revolucionario trepador que tan bien retrata Mariano Azuela en Los de abajo.
Su pureza de ideales, su vigor juvenil son a prueba de todo. Y quizá por
ello su personaje cimbra la pantalla.
Y aunque ya no verá como concluye esa revolución
hasta nuestros días todavía inacabada, su figura, al igual que la de muchos
otros que seguramente desconocemos, se fija en la memoria como un ejemplo
moral.
Un ejemplo a seguir ahora que la mayoría de los
políticos traicionan sus ideales a cada rato, cambian de bando como cambiar de
calcetines.
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