Zozohua
Por Graciela Salazar Reyna
En días
recientes he topado con dos artículos sobre niños y jóvenes mexicanos que me
inquietan, uno en relación al suicidio, como tercera causa de muerte en menores
de edad; otro, de “el Ivancito”, capturado en D. F., sólo poco después de ser
liberado, en noviembre; terminaba de purgar cinco años, por delitos graves,
incluso asesinato y salió de nuevo a matar. Según la investigadora Emilia
Lucio, de la facultad de sociología de la UNAM , y datos del Instituto Nacional de Psiquiatría,
los suicidios entre niños se incrementaron 150 por ciento y 74 en jóvenes. Paralelamente,
señala INEGI que seis de cada diez jóvenes no estudian preparatoria ni
universidad. ¿Existen programas de gobierno suficientes y las condiciones
necesarias, al menos conciencia o voluntad, para detener esto?
Aunque disguste
pensar en temas desagradables, algo tendrá que moverse en el pensamiento de
quienes habitamos este país, con siete millones de “ninis” que debe, primero,
avergonzarnos y luego ser, obligadamente, un tema de revisión para todos, empezando
por los padres que los trajeron al mundo, pero de los demás, capaces de
entender el significado de no tener motivos dignos para continuar con vida.
Se me ocurre que
la gente joven, tanto, como la que ya no lo es requieren verdadera atención,
volver a importar como hijos, hermanos y
amigos, padres y discípulos, profesores y vecinos; sería bueno recobrar
significados. Sencillos, simples como los cantados, por Federico García Lorca,
en “Canción tonta” de este poema, con el que seguimos ensartando cuentas:
“Mamá. /Yo quiero ser de plata. /Hijo,
/tendrás mucho frío. /Mamá. /Yo quiero ser de agua. /Hijo, /tendrás mucho frío.
/Mamá. /Bórdame en tu almohada. /¡Eso sí! /¡Ahora mismo!”
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