viernes, 21 de diciembre de 2012

Post-neoliberalismo y Post-capitalismo Por Matías Cravero


Post-neoliberalismo y Post-capitalismo
Por Matías Cravero
Antes de arrancar con los "post", repasemos primero algunas definiciones.

El neoliberalismo es una fase del capitalismo, su fase más recalcitrante, donde lo brutal y lo impersonal se funden en la hegemonía de las finanzas globales por sobre los pueblos y por sobre los aparatos productivos. Así pues, las finanzas, llamadas a veces "mercados", embisten contra miles de millones de personas, en su afán insaciable de obtener ganancias fabulosas a cualquier costo y en el menor plazo de tiempo posible. 
Fue en 1989 cuando se elaboró el documento paradigmático del neoliberalismo triunfante, el denominado "Consenso de Washington". Ese "consenso", que en realidad era pura y atroz "bajada de línea" del "Tío Sam", establecía como dogmas, la disciplina fiscal y el reordenamiento del gasto público. Dogmas que traducidos a un lenguaje coloquial significaban y siginifican lo siguiente: Los gobiernos deben doblegarse ante el capital financiero, deben achicar o recortar las partidas presupuestarias destinadas a la salud, a la educación, y deben dejar de ayudar a los desempleados. Los gobiernos deben allanar el camino para que las empresas obtengan ventajas cada vez mayores. Los gobiernos deben privatizar las ganancias y socializar las bancarrotas. 
Ahora bien, este sombrío catecismo neoliberal, se aplicó casi sin reservas en América Latina durante la década de 1990, y se está aplicando actualmente con una fuerza renovada, en Europa. 

El capitalismo es el sistema económico hegemónico desde hace siglos. Como todo sistema económico se estructura a partir de unas relaciones de propiedad determinadas y de un conjunto de formulaciones ideológicas que lo ensalzan. En el corazón de las relaciones de propiedad del capitalismo, se erige la propiedad privada empresarial, sustentada por un circuito en el que inversión, dividendos, explotación y violencia, se funden hasta convertirse en un solo monstruo frío dispuesto a todo. Por otra parte, con el correr del tiempo, los ropajes ideológicos del capitalismo han ido cambiando: liberalismo, fascismo, keynesianismo, neoliberalismo...

Hechas estas aclaraciones, ahora podemos meternos de lleno con los "post".

Comencemos entonces por América Latina. En 1999, con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, comienza en nuestra región (o en parte de ella para ser más precisos), la etapa post-neoliberal, con una seguidilla de gobiernos populistas que, tanto en Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, emprenden una serie de reformas tendientes a devolver al Estado su capacidad para marcar algunos límites a las corporaciones económicas, para invertir en salud y educación, y para redistribuir ingresos. Como dato "duro" de esta nueva tendencia, cabe citar una estadística recientemente difundida por el Banco Mundial. En Argentina, entre 2003 y 2009, la clase media se incrementó de 9,3 a 18,6 millones de personas, una suba que en términos relativos a la población total es la más importante de la región. Esta movilidad social ascendente, es una consecuencia directa de distintas políticas de Estado que propenden a una mayor re-distribución del ingreso. 
Y para trazar una semblanza más fina y compleja de lo que viene ocurriendo en muchos países de nuestra América Latina, habría que agregar aquí, que los gobiernos populistas no han tomado decisiones post-neoliberales o neo-keynesianas en forma unilateral, sino como respuesta a las demandas de muchos movimientos sociales, como parte de un diálogo tensionado por el acuerdo y el disenso, con gran cantidad de colectivos sociales que vienen resistiendo al neoliberalismo desde hace décadas. Debe entenderse también que no utilizo el término populismo de modo despectivo, sino como categoría de análisis para dar cuenta de formaciones políticas heterogéneas, que a través de distintas dinámicas discursivas y de diversas acciones de gobierno, delinean un campo popular y un conjunto de enemigos de ese campo popular. Sin embargo, aún sin negar sus aciertos, debemos reconocer que las políticas post-neoliberales están lejos de rebasar el capitalismo, están, al menos por el momento, lejos de generar un escenario post-capitalista.

¿Cómo puede pensarse entonces una configuración social multitudinaria de carácter post-capitalista? 
Tremendo interrogante que por supuesto, admite una cantidad casi infinita de respuestas. Pero como este artículo es finito, voy a elegir uno de entre tantos caminos posibles, para comenzar a arriesgar algo parecido a una respuesta. 
Me parece que para avanzar hacia una sociedad post-capitalista, debemos dejar de lado algunas ingenuidades. Es tan pero tan difícil, por no decir imposible, que una mañana nos levantemos y ya no existan ni el Estado ni el Mercado Capitalista. Es tan pero tan difícil pensar que estos dos monstruos fríos van a derrumbarse bajo el peso de sus propias contradicciones. Y es en cambio, mucho más realista, pensar en un camino concreto y complejo, no exento de miles de ambigüedades, rumbo a la superación del capitalismo. En ese camino, cotidiano y tangible, el Estado, colonizado por los intereses populares, deberá seguir siendo, al menos durante un tiempo más, un actor importante, una instancia de articulación para que los diversos movimientos sociales libertarios converjan en un plan de acción, que no quede en la mera queja contestataria o testimonial, sino que pueda transformar el mundo, de formas cada vez más radicalizadas.

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