sábado, 18 de febrero de 2017

Bellas de noche, por Israel González

Bellas de noche

Israel González



“Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer.”
Rubén Darío, “Canción de otoño en primavera”

Los cabarets, el incendio que provocaron las vedettes con sus cuerpos desnudos, la danza voluptuosa, el canto o el violín, el abrigo deslumbrante, la dádiva generosa, el lujo desbocado no existen más, pertenecen a una época que cerró sus puertas para siempre. Luego sopló el tiempo y derribó las casas y se llevó los escombros.
Olga Breeskin, Princesa Yamal, Lyn May, Rossy Mendoza y Wanda Seux(“Bellas de noche”, María José Cuevas, México, 2016), son las sobrevivientes de aquellos tiempos en la Ciudad de México que todavía no era.
¿Y qué ocurrió cuando se esfumaron los aplausos, los regalos, los mimos; cuando la juventud empezó a ser nomás un recuerdo? ¿A dónde fueron? ¿Qué hicieron? Porque dedicadas a cuidar y a exhibir su cuerpo supieron de la soledad sólo en el cuarto de hotel. La juventud y el dinero florecían a manos llenas y el futuro no importaba. ¿Cuándo ha importado el futuro a la belleza y a la juventud?
Del cabaret saltaron al cine, a las películas de ficheras, donde Lyn May fue una de las consentidas, junto con Sasha Montenegro, por sus enormes y voluptuosas caderas.
Olga Breeskin aderezaba su presencia con el violín. ¿O fue al revés? La Princesa Yamal y Rossy Mendoza danzaban inmejorablemente.
Llegó el tiempo de la piel marchita, de la enfermedad, de la carencia económica para la que no supo ahorrar y de la soledad necesitada de aplausos. Pero no hay vuelta atrás. La vida continúa, hermosa e implacable.