Nuevo
gobierno, cambios, miedos y esperanzas.
Por Arturo Texcahua
Nuevo
gobierno federal, nuevas políticas públicas. Todos los aspectos de la vida en
México en los que puede intervenir la autoridad son alcanzados. Y de manera
indirecta, todo lo demás. La cultura recibirá lo suyo. Como suele ocurrir en
estos casos, unos saldrán beneficiados, otros afectados. Mientras a unos les
parecen adecuadas las acciones de inminente aplicación y las celebran con gran
entusiasmo, otros las consideran erróneas e inaceptables.
Ciertamente,
hay muchos rezagos en nuestro país. Por algo nuestra economía es calificada
como emergente o en desarrollo o con subdesarrollo. Hay una desigualdad abismal
entre ingresos, privilegios y patrimonios. Mientras unos no tienen nada, otros nadan, como rico MacPato, dentro de
bodegas repletas de dinero. Existen infinitos pendientes en todo, muchas cosas se
están haciendo mal, muy mal. Hay mucho por corregir, enmendar, reencauzar. Pero
también hay logros, instituciones consolidadas o en proceso de consolidación,
éxitos. Todo eso habrá que conservarlo y no destruirlo.
Se enaltece el
consumo, es nuestro dios -lo sabemos- y éste requiere dinero. Los que no tienen
quieren tener, quienes lo tienen desean más y más, porque siempre hay nuevos
consumos.
Las
sociedades son el objeto de todos los experimentos políticos y de todas las
teorías económicas. La historia recoge ejemplos muy claros de esta afirmación.
No puede ser de otra forma. Hay que poner en práctica las ideas y los planes
concebidos en el escritorio. ¿Funcionarán? ¿Qué repercusiones tendrán? ¿Serán
positivas o negativas? No podremos saberlo hasta después de aplicarlas. Tanto
la economía como la política se alimentan de experiencias. Conocer estas
experiencias ayuda, pero no determinan el éxito o el fracaso de una política
pública. Siempre hay imponderables, siempre hay contingencias. El factor
humano, por ejemplo; las presiones externas; las dependencias y relaciones
entre sociedades. No es suficiente ver lo bueno y lo malo que ha ocurrido en
otros países. Hay fórmulas que han probado su ineficacia, acciones que llevan sin
duda a determinada situación. Se supone que los políticos lo saben, que han
estudiado los problemas y tienen soluciones basadas en el conocimiento de los resultados
conseguidos en otras partes y de los elementos en juego. Debemos creer que
además de la buena fe, poseen la cultura necesaria para darnos contento a los
mexicanos.
Todos buscamos
la felicidad, aunque para cada uno de nosotros ese concepto signifique cosas
distintas. Para algunos esa felicidad podrá obtenerse con situaciones muy
básicas, como tener garantizada la alimentación y la vivienda (por muy austeras
que éstas sean), acceder a una forma digna de ingresos económicos (por muy
mínimos que sean), a vivir en paz, con salud, seguridad y armonía social, bajo el
imperio sin matices de la legalidad. Otros están pensando en tener más para
comprar más o para hacer más. Se vale. Nadie tiene derecho a imponer su visión
del mundo y de condenar las que se le opongan. Venga del extremo que venga, reprobar
y, aún más, reprimir, siempre ha salido mal.
Sin duda,
todos los cambios crean incertidumbres. Hay esperanza y hay miedo, ambos
sentimientos conviven como en cualquier aventura. El tiempo confirmará el
acierto de determinadas acciones y hará evidente el equívoco de otras.
Y nosotros,
como en todos los lugares y tiempos, seremos los beneficiados o las víctimas.
Gozaremos o sufriremos.
Y los
políticos tendrán un lugar en la historia (porque la historia la hacemos todos, siempre la hemos hecho, cada día de nuestra vida) por sus buenas o malas decisiones.
Vamos a ver.
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