Calle por calle, historias de viajes diarios
Presentación
(Segunda edición)
Arturo Texcahua
En la ciudad de México todos los días nos trasladamos de un sitio a otro. Quizá solo vamos a la esquina por el periódico o a la tienda de abarrotes por un refresco. Tal vez tenemos que ir a trabajar, a la escuela, de compras o de paseo, y por esto recorremos algunas calles, viajamos varios kilómetros o casi cruzamos la ciudad.
La mayoría de esos viajes son forzosos, y se convierten en agobiantes rutinas en esta enorme y muy poblada metrópoli.
En Xochimilco usamos nuestro automóvil, el microbús, el camión, el tren ligero, el taxi, la bicicleta, el caballo, la moto, la canoa, el bicitaxi o, simplemente, nuestras piernas. Nos conectamos con el metro en la línea más cercana; conocemos vialidades y lugares; sabemos de rutas y atajos; memorizamos baches y problemas; odiamos el crucero que más nos retrasa; dormimos en el trayecto más largo; soñamos viendo edificios y anuncios; recordamos sucesos importantes; planeamos nuestro futuro mientras somos parte de largas filas y esperamos y esperamos con resignación y sin remedio; percibimos olores que van de lo grato a lo más desagradable; escuchamos molestos ruidos, también la radio o la música que nos gusta; nos empujamos y nos atoramos al ser tantos; nos agredimos porque coincidimos en iguales prisas y complicaciones. En ocasiones conversamos con los otros cuando se ausenta la desconfianza tejida por los abusos de los que hemos sido víctimas, cuando no los vemos como un enemigo que nos obstruye para llegar pronto adonde vamos o cuando hallamos en sus rostros algo más amable que la indolencia.
Por caprichos del destino, algunos viajes son sucesos felices y otras veces, cargados de infortunio, acontecimientos peligrosos, hasta mortales.
En Calle por calle, historias de viajes diarios se reúnen sobre este tema experiencias guardadas, principalmente, en la memoria de barrios y pueblos de Xochimilco, para dejar testimonio de una época, para rescatar ideas, anécdotas y recuerdos de sus protagonistas.
En esta nueva edición se han incorporado varios de los textos que originalmente fueron parte del proyecto realizado con la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal en 2011. Este incluyó un concurso abierto a toda la comunidad xochimilca y talleres en escuelas y centros culturales. Sus resultados fueron expuestos en la primera versión de este libro.
Ahora se agregan textos elegidos mediante una convocatoria dirigida a los habitantes de la capital; estos nuevos escritos, en su mayoría, también son de residentes de Xochimilco y exponen anécdotas desarrolladas en este universo geográfico.
Los materiales han sido agrupados de acuerdo con el transporte aludido. Están la mayoría de los que usamos. Faltaron textos sobre las motocicletas, triciclos y cuadriciclos, los transportes escolares y laborales, los vehículos de carga, y otros medios que facilitan la movilidad. Si habláramos de los vehículos oficiales —especialmente los utilizados por los burócratas de la delegación Xochimilco— se llenarían cientos de páginas, pues lo mismo sirven para llevar a un grupo de barrenderos a un determinado lugar, como para hacer las compras familiares de fin de semana, pasear a la novia o visitar algún hotel de paso.
Los colaboradores son mayormente aficionados de la escritura. Sus materiales tienen, en principio, el carácter testimonial señalado; la ficción —que la hay— y los intentos de hacer literatura en un plano artístico han sido supeditados a ese propósito, eje principal, asimismo, de mi trabajo en Trajín: promover la escritura entre quienes no son profesionales de las letras, para rescatar vivencias e información de una época.
Detrás de cada palabra, los autores tienen una apreciación personal no comprometida rigurosamente con la verdad científica, académica o histórica. Salvo el de Araceli Peralta Flores, los textos presentados son escencialmente subjetivos, personales, íntimos. Algunos más, otros menos. Ello no evita la expresión de comentarios críticos, reclamos, molestias, denuncias, acusaciones y exigencias dirigidas a distintos elementos de la sociedad, pero ante todo a las autoridades gubernamentales, protagonistas estratégicos en la instrumentación de políticas públicas que atiendan y solucionen los rutinarios problemas de transporte y seguridad.
Me da gusto proponerles una lectura de confluencias, donde edades (hay niños, jóvenes y adultos mayores), géneros y opiniones, se incluyen y se excluyen, coinciden y se oponen, unidos por esa colorida y contrastante diversidad que caracteriza a México.