domingo, 3 de febrero de 2013

De la eutanasia, por Israel González


Dejar de sufrir

Israel González

Mientras no se legalice la eutanasia seguiremos teniendo noticias de historias de insoportable, inhumano sufrimiento.

¿Para qué seguir vivos si se ha perdido la capacidad de caminar, de bañarse, de vestirse, de valerse, en fin, por uno mismo?

La religión católica condena a sus adeptos a jamás atentar contra su vida por más que  ésta se haya vuelto un calvario y los condena con ello al sufrimiento y a la resignación. (Los suicidas en la Divina comedia, de Dante, no recuperarán su figura humana ni siquiera el día del Juicio Final).

En Amour (Austria, Francia, Alemania, 2012), de Michael Haneke, Georges y Anne, dos octogenarios profesores de música clásica jubilados, enfrentan la incapacidad física de uno de ellos y se ven obligados a tomar una decisión radical a pesar del amor que se tienen.

Anne ya no es una persona sino un cuerpo que sufre la imposibilidad de volver a moverse; un cuerpo que poco a poco se va volviendo una pesada carga para Georges; un cuerpo que va minando la paciencia, la reciedumbre del hombre que la ama.

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