Zozohua
Por
Graciela Salazar Reyna
Incontables
líneas escritas, voces populares y elitistas han abordado y bordado en el amor
a través de los siglos; sin embargo, parece no gastarse con el tiempo. A veces
ni siquiera importa si duele o amenaza, cada quien, desde su edad y
perspectiva, quiere experimentar en cabeza propia y en cuerpo ni se diga: en el
de los demás, sólo si tenemos que ver. Me pregunto, lo harán otros, si se habrá
transformado el amor, ¿en qué medida?; hay quienes aseguran que no ha cambiado
en lo esencial, entonces qué aspectos conserva.
Es
evidente que la exposición a las relaciones sexuales, no sólo entre adultos
sino entre adolescentes se ha incrementado, sin mediar un contrato. E
independientemente de los embarazos no deseados y las consecuencias de
repercusión social, cultural, económica o sentimental ha de transformarse
cualquier idea que del concepto amor se tenga. Por supuesto, dando por
descontado que “hacer el amor” hoy no significa rondar desde lejos, cantar ante
la ventana de la amada o dejarle versos en apartado rincón, para que los recoja
y lea en la soledad, suspirando por su amado.
En
la resignificación del concepto amor está, desafortunadamente en muchos casos,
un resultado no previsto. Claudio Stern, en su libro El “problema” del embarazo
en la adolescencia[1] habla
de la carencia de buena educación sexual y oferta adecuada de métodos
anticonceptivos, el problema –dice- va más allá del círculo vicioso de la
“dinámica demográfica de la pobreza”; por ejemplo, la vulnerabilidad de las
adolescentes pobres, donde las desigualdades aumentan la “estructura de
desventaja”.
A
qué grado beneficiaría tal resignificación del amor en estos tiempos de existir,
como sugiere Stern, una mayor aceptación social del ejercicio de la sexualidad entre
los jóvenes; porque lo real es que siguen “sumándose obstáculos para prevenir
embarazos no deseados y para evitar riesgos” en los adolescentes. Además de
solucionar un problema que está allí ¿dejaría de entenderse el amor como una
mera relación sexual?, tal vez; disminuido el riesgo de quedar cargados con la
primera experiencia. Ojalá pudiera ejercer el amor todo ser humano hacia otro,
a plenitud, con conciencia y responsabilidad de sí mismo. Sería lo ideal. Y,
para el engarce, a propósito del Día de los enamorados, comparto éste “de amor”
(Pedro Salinas 1891-1951).
¡Cuánto
rato te he mirado /sin mirarte a ti, en la imagen /exacta e inaccesible / que
te traiciona el espejo! /“Bésame”, dices. Te beso, /y mientras te beso pienso
/en lo fríos que serán /tus labios en el espejo. /”Toda el alma para ti”,
/murmuras, pero en el pecho /siento un vacío que sólo /me lo llenará ese alma
/que no me das. /El alma que se recata /con disfraz de claridades /en tu forma
del espejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario