Una gran historia de amor
Israel González
La vida podría ser de otro
modo, sin tanto llanto, sin tanta infelicidad.
El amor entre dos hombres no
debería ser motivo de espanto ni de maledicencia.
Pero en un pueblo de
pescadores católicos, las figuras de Adán y Eva son las únicas imágenes que
caben.
Ser hombre o ser mujer.
Casarse. Tener hijos. Asistir a la iglesia. Emborracharse en la cantina. Jugar
y ver futbol y telenovelas. Y el hormiguero del chisme ante el puto que acaba
de llegar.
Cuando alguien muere, los
pescadores entierran el cuerpo en el mar, después de una ceremonia sencilla
donde se pide el descanso eterno; de no ocurrir así, el alma vagará sin reposo
como casi ocurre a Santiago, el pintor y fotógrafo enamorado de Miguel, el
pescador.
Mariela espera un hijo de
Miguel (“Contracorriente”, Javier Fuentes-León, Perú, 2009); pero Miguel ama a
Santiago. Más allá del pueblo y las miradas, en el mar, ocultos por la
distancia, disfrutan su ternura, su cuerpo, su amor.
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