Relatos salvajes, por Israel González
Y por qué no. Por qué no la venganza. Por qué no cobrarse una por una las ofensas de la
novia que nos engañó con nuestro mejor amigo. Por qué no hacer tragar sus palabras a la profesora que develó en público nuestras incapacidades. Por qué no hacer realidad la
fantasía freudiana de asesinar al padre y a la madre que en su ceguera amorosa nos
condenaron a esta vida.
Al usurero y actual candidato a intendente bien podemos echar en sus exquisitas papas veneno para ratas. No hay que olvidar que por él perdimos nuestra casa y papá terminó
suicidándose. “Los hijos de puta gobiernan el mundo.” “¿Le hacemos un favor a la
comunidad?”
Así como ese conductor violento hay muchos. ¿Por qué no lo encerramos en su propio autoy le prendemos fuego?
El gran negocio de las grúas y las señalizaciones que se borran con el paso del tiempo y no se renuevan jamás. Una bombita no estaría mal para sacar de su sopor, aunque sea un
momento, a la burocracia que no oye ni atiende nuestras quejas.
Todos roban. El abogado que creíamos de confianza. El funcionario que llegó a casa para investigar quién manejaba el auto que atropelló a la mujer embarazada. Todos mentimos. Yo y mi mujer para salvar a nuestro hijo adolescente que fue quien atropelló –y mató- a la mujer embarazada.
Ah, el amor. La clase alta y sus infidelidades. La clase alta y su mundo de apariencias. Pero he aquí que esta vez Romina no fingirá y desquiciará a Ariel y a la concurrencia.
Tales son las seis memorables historias del largometraje “Relatos salvajes” (Damián Szifron, Argentina, 2014) que uno no puede, no debe dejar de ver.
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