domingo, 26 de agosto de 2018

Soy culpable del robo que me hicieron, por Arturo Texcahua


Soy culpable del robo que me hicieron
Por Arturo Texcahua

Hace unos días cuatro delincuentes armados me robaron en un transporte público. Fue cerca de mi casa en Santa Cecilia Tepetlapa, Xochimilco, en la noche, después de participar en la presentación del libro La niña de Orión, de Andrea Montiel, en la colonia Roma.
Soy la víctima, pero, ya sé, yo tengo la culpa: porque no quise llevarme el auto para evitarme contratiempos con el tráfico y la lluvia, porque andaba en la calle por la noche, porque no quise molestar a mi esposa o a mi hija pidiéndoles que fueran por mí o porque no tomé un taxi en el sitio cercano a la terminal del Tren Ligero. Mi esposa concluyó: “ya ves, hubieras tomado el taxi como te decía”.
Sí, soy culpable, como todas las víctimas de la inseguridad y la violencia en México. Son culpables, sí, lo son, por estar en el lugar equivocado a la hora incorrecta, por tener relaciones peligrosas, por enseñar o hablar más de la cuenta, por provocar a sus atacantes, por subirse a un taxi o por no subirse.
En verdad me fue muy bien. Debo agradecer a los ladrones que no me lastimaron, que únicamente me agredieron y humillaron verbalmente, que nada más me amenazaron con matarme y acercaron a mi cuerpo un arma blanca, que solamente me quitaron la cartera con doscientos pesos, la identificación del INE, la licencia de manejo y un par de tarjetas bancarias. Cosas que en el fondo no les servirán de mucho. (Tal vez sí, quizá fotocopien mi credencial de elector para recibir despensas, cobijas y otros regalos de las autoridades locales; o para simular el apoyo a un candidato independiente.) Gracias delincuentes. Su obtuso procedimiento delincuencial implicaba reunir aprisa, arrebatando a punta de cuchillos, navajas y una pistola (desde la que hicieron solo un disparo para intimidarnos), celulares, dinero, joyas, relojes, bolsos y carteras. Estaban muy nerviosos para hacer un trabajo eficaz en medio de la noche y con poco tiempo disponible.
Diría que nadie salió lastimado. No lo sé. Las víctimas (perdón, nosotros los culpables) pudieron haber tenido pesadillas. Los hipertensos pudieron estar a punto del colapso. Los diabéticos pudieron haber sufrido una crisis. Tal vez alguien llegó a su casa y se puso a llorar desconsoladamente. Los que llevaban el dinero de la quincena ahora están pidiendo prestado o empeñando algún bien para llegar al cobro del treinta. ¿Tendremos que ir a terapia por un asalto?
      Pero nos lo merecemos. Somos culpables, ya lo dije. Nuestras ocupaciones diarias, el trabajo al que estamos entregados (o vendidos), la prisas por llegar a tiempo, los deleites o las preocupaciones, nos hacen olvidar que hay exigir más cámaras de vigilancia (de buena calidad y que sirvan) en las calles, más iluminación, más policías y planes preventivos, y el cumplimento de promesas: luz obligatoria en el interior de los camiones de pasajeros, botones de pánico, cámaras, policías encubiertos.
     Somos culpables porque no exigimos responsabilidad, trabajo y eficiencia de las autoridades, las cuales (así parece) sólo pueden actuar si nosotros lo pedimos. Si las calles se inundan en la temporada de lluvias es porque nosotros tapamos las alcantarillas con basura. Si tenemos a políticos incompetentes y corruptos es porque, cuando hay elecciones, o no votamos o lo hacemos por gente inepta, irresponsable y oportunista, que únicamente se preocupa por asegurar su futuro, ganar mucho dinero y hacerse de un rápido patrimonio antes de que se acabe el hueso.
Soy culpable porque no iré al Ministerio Público a denunciar lo ocurrido, no perderé horas y horas en ese trámite para que los investigadores no hagan nada y mi acta sólo sirva para la estadística. En México solamente se investigan los delitos de gente famosa o que tienen gran impacto en los medios. Y en varios casos ni esos se han investigado.
      Quienes trabajamos honradamente por lo que tenemos quisiéramos que se castigara a los delincuentes y que no hubiera impunidad, que quienes cometen un delito, ordinarios asaltantes de camiones de pasajeros o bien vestidos servidores públicos corruptos, reciban el castigo que les corresponda, para que los actos de inseguridad, de violencia y de corrupción, no se repitan, o al menos no con la grave frecuencia que observamos.

     Por supuesto, también soy culpable de soñar lo imposible.

4 comentarios:

  1. La triste realidad de nuestra ciudad

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  2. Y esa aura de normalidad que tiene.

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  3. Estimado Arturo, DE VERDAD, me da muchiiiisima tristeza, coraje e impotencia, que estas funestas situaciones se repitan ad infinitum en nuestra querida, dolida y ultrajada ciudad. Qué bueno que "no pasó a mayores" contigo -frase socorrida para neutralizar el impacto de eventos malhadados...Recibe un abrazo grande y mi solidaridad. Clara Meierovich.

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    1. Gracias por tus palabras, Clara. Espero que compartir mi experiencia sirva de algo. Un abrazo.

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