miércoles, 23 de enero de 2013

Instrucciones para vivir en México


Reseñas:
Héctor Bravo
Pensar en toda la obra de Jorge Ibargüengoitia remite a un solo adjetivo, sarcasmo. Escritor de teatro, ensayo y novela, con un estilo marcado por la crítica mordaz, Ibargüengoitia practica a observar la vida de la ciudad de una manera menos tortuosa. El libro de Instrucciones para vivir en México puede servir de medicina para los neuróticos, para aquellos que ven en los impulsivos tocadores del claxon a una bestia en lugar de un conductor humano. Con este libro también se puede entender la abundante tecnología mexicana, principalmente el desarrollo tecnológico e innovador del taco y la torta, así como sus expresiones mercantiles en cada esquina. Se trata de observar a la Ciudad de México desde una perspectiva menos dura, donde una mirada distinta, puede convertir a la tramitología de la burocracia mexicana en un paseo turístico por las oficinas de distintas dependencias y no en una tormentosa fila de espera. Se trata de una teoría y práctica de la mexicanidad en que la risa aflora en los momentos más difíciles de la vida en la ciudad. Para algunos menos afortunados y más pesimistas el título debiera transformarse y pasar del vivir, al sobrevivir.
            Dividido en seis partes temáticas, este libro es una recopilación de los artículos que Jorge Ibargüengoitia escribió para Excélsior entre 1969 y 1976. En la primera parte, “Lecciones de Historia Patria”, nos recuerda cómo se festejaron los 50 y 150 años de Revolución e Independencia, indignado, porque no lo invitaron a inventar alguna frase célebre que hubiera pronunciado algún héroe patrio, como: “Si los caballos no estuvieran en la Loma, usted estaría corriendo como conejo”. Si aún viviera Ibargüengoitia, tendría material para una impresionante novela cuando se enterara de que para festejar el 200 aniversario de la Independencia se dieron los honores máximos a los huesos de un venado que ahora descansa junto a los héroes patrios. En una segunda parte, “Teoría y práctica de la mexicanidad”, recuerda algunas características inherentes al ser mexicano, desde la hospitalidad hasta la inevitable pregunta cuando alguien toca a nuestra puerta —¿Quién?—, y por lo regular el que está afuera, muy seguro de sí mismo y de nuestro afinado oído, responde —yo—. En una tercera parte “La Familia Revolucionaria”, enseña formas para resistir la idiosincrasia de los burócratas y la política mexicana e ilustra la manera en que un diputado se parte la columna, la espalda y la dignidad, para ganarse el sueldo y mantener su curul. En la cuarta parte, “Con siete copias”, evidencia a la burocracia, desentraña el espionaje entre las dependencias y el asalto velado que sufren los contribuyentes por parte de los oficinistas. La quinta y la sexta parte, “La lucha por aprender” y “Las madres y otras mujeres”, continúan con las mismas intenciones de empujar al lector a la risa, a la crítica del entorno que nos rodea.
            La editorial Planeta y la barata colección Booket sacaron una edición de las obras de Jorge Ibargüengoitia mostrando en la portada las pinturas de quien fuera su esposa, Joy Laville. Cualquier libro de él puede resultar enriquecedor, aunque inevitablemente salen mejor parados, La ley de Herodes, Estas ruinas que ves, Las muertas¸ Relámpagos de agosto, sin mencionar sus importantes obras de teatro. Si se busca una buena sonrisa y una perspectiva distinta de la historia de México este escritor es perfecto.
            Imposible terminar sin la nota necrológica y la desgracia que inundó a las letras mexicanas la madrugada del 26 de noviembre de 1983. Joy Laville, comentó que aquella vez que lo invitaron a un congreso de literatura en Colombia, dudó en asistir y abandonar su casa en París pues se encontraba en pleno trabajo de una novela más que, tentativamente llevaría por nombre Isabel cantaba. Después de una larga duda decidió asistir al congreso, tomó el borrador de su novela en las manos y se subió al avión que se estrellaría poco después de salir del aeropuerto de Barajas, Madrid. Ibargüengoitia murió en plena madurez intelectual, llevándose consigo la novela que estaba escribiendo en ese momento.                     



1 comentario: