lunes, 26 de mayo de 2014

Ejercicio y hedonismo, por Arturo Texcahua

Ejercicio y hedonismo
Por Arturo Texcahua

Hace tres meses tomé una decisión que no sé si podré sostener por mucho tiempo. La idea es caminar, correr o jugar baloncesto cada mañana, durante una hora. El médico lo recomendó y algunos síntomas de alarma evidenciaron su pertinencia. Hacer ejercicio para quien trabaja sentado frente a la computadora, o lee bien acomodado en un sillón o acostado en la cama ha sido una tarea realmente difícil. Además, he tenido que ajustar un poco mi dieta. Menos de esto y más de aquello. Soy un adicto en recuperación. No sé bien cuál y cómo es mi adicción, pero la tengo. No puedo vivir sin ocuparme en algún proyecto. Cuando termino uno, concibo de inmediato algo nuevo.
En estas actividades físicas, utilizo lo que hoy es costumbre: unos audífonos y un reproductor de música y/o sintonizador de radio. Para efectos prácticos, y ya que la tecnología lo permite, recurro a mi teléfono inteligente, my Smartphone. Al principio escuché solamente las noticias matutinas; después la programación musical; luego reproduje música con mucho ritmo; ahora combino esas alternativas con grabaciones que descargo de la Internet, de lecturas de libros, conferencias, biografías, documentales históricos y científicos, cátedras y lecciones de inglés.
He descubierto que la música rítmica, en efecto, es perfecta para realizar ejercicios aeróbicos, como trotar y correr. En cambio, cuando se práctica gimnasia o se camina es mejor escuchar alguna de las grabaciones mencionadas. De las noticias, para mí es suficiente con los resúmenes. Lamentablemente lo que uno escucha es tan monótono, que lo novedoso se vuelve una rutina de situaciones, acontecimientos y declaraciones muy preocupantes y molestas (en su mayoría) o demasiado frívolas para merecer realmente nuestra dedicación.
De regreso, hoy escuchaba a Gilles Lipovetski y su explicación de la sociedad del hiperconsumo, donde, pese a la acumulación de riquezas, la felicidad es un imposible. Me sentí descrito por el filósofo francés cuando hablaba de nuestra actual cultura de la prevención médica, la cual alterna, paradójicamente, con un hedonismo reinante. Ahí iba yo dando pasos y pasos para facilitar la circulación arterial y mantener en forma la tonicidad de mis músculos. Ahí iba yo esquivando las decenas de heces caninas (eso creo) que hay en las banquetas de distintas alturas y anchos, deterioradas por las fracturas y la falta de mantenimiento. Esos gobiernos del PRD en Xochimilco siguen dejando mucho que desear. Conté más de setenta “minas” (le dicen algunos) en un tramo de dos kilómetros y medio, que es el que recorro del deportivo de San Andrés Ahuayucan a mi casa. Hay muchos perros en la calle, con o sin dueño, sin que nadie se haga responsable de sus actos, pensé, mientras recordaba que hace una semana el perro de un vecino mató al más viejo de nuestros perros, el Pancho, un chihuahua que nunca entendió que no debía pelearse con perros que tenían siete veces su tamaño. Pobre Pancho, parecía gato, tuvo muchas vidas que utilizó para sobrevivir a otros pleitos y a dos caídas desde el tercer nivel de la casa. Hoy es parte de mi historia familiar. 

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