Sueño en otro idioma
Israel González
Entremos en el sueño de la
película; dejemos que nos envuelva la niebla como cubre inopinadamente la
espesa vegetación; vayamos al mar que nunca duerme y entre sus olas presurosas
seamos los cuerpos de Evaristo y de Isauro (“Sueño en otro idioma”, México,
Ernesto Contreras, 2017) entregados al juego, sin tiempo y sin prisa, de la
juventud.
Dejemos que Evaristo e
Isauro disfruten las olas y la luz y la arena que acaricia la desnudez de los
pies porque pronto, muy pronto descubrirán que esa amistad que no los suelta
nunca, que los hace buscarse y estar siempre juntos es amor, un amor que en ese
pequeño y hermoso pueblo tropical, cercano al mar, no puede ser, pues amar en
un idioma diferente al heterosexual no está bien visto. Y del amor al odio…
Hubo un tiempo en el que
hombres, animales y plantas hablaron la misma lengua, fue el tiempo de la
dulzura y la voluptuosidad del zikril que ahora sólo hablan una mujer y dos
hombres, precisamente los que alguna vez se amaron pero terminaron construyendo,
durante cincuenta años, muros de rencor y coraje.
Hay otros personajes, como
Martín, el lingüista de la ciudad que ha llegado al pueblo con la intención de
recuperar el zikril, y Lluvia, la nieta de Evaristo, el más rencoroso de los
antiguos jóvenes amantes.
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