La sal de la tierra
Israel González
Después de fotografiar el hambre en África, la situación dolorosa de los trabajadores que viven de sus manos, y otras catástrofes, Sebastiâo Salgado llega a la conclusión de que los hombres “Somos un animal muy feroz. Somos un animal terrible, nosotros, los humanos. Sea aquí, en Europa, sea en África, en Latinoamérica, donde sea. Nuestra violencia es extrema. Nuestra historia es una historia de guerra. Es una historia sin fin, una historia de represión, una historia de locos.”
De Brasil a Francia. De Francia, tomada la decisión de dedicarse a la fotografía al lado de Lélia, su compañera de toda la vida, a varios lugares del mundo, incluido México, donde convive y fotografía a oaxaqueños y tarahumaras (a los que costaba tanto seguir el paso).
Viajero incansable, fotógrafo del dolor y de la naturaleza, Sebastiâo Salgado (“La sal de la tierra”, Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, Brasil-Francia, 2014) vuelve a la casa paterna para encontrar a sus padres y al entorno verde devastados por el paso del tiempo.
Lélia, sin embargo, como era de esperar, sugiere reforestar.
En el proceso, Sebastiâo Salgado, reflexiona: “Durante 8 años tuve tiempo de ver y entender lo más importante: que soy tan naturaleza como una tortuga, como un árbol, como una piedra.”
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