domingo, 4 de marzo de 2018

La forma del agua, por Israel González




La forma del agua

por Israel González

“No obstante –oh paradoja- constreñida
por el rigor del vaso que la aclara
el agua toma forma.”
José Gorostiza, “Muerte sin fin”

Una ciudad y una época que ya no son; un oficial autoritario, déspota, brutal, igual que siempre; dos amigas, una blanca, soltera y muda, la otra negra y casada; la soledad de un hombre maduro homosexual; y un hombre-pez llevado a los Estados Unidos desde las aguas lejanas de Sudamérica para ser estudiado o exterminado.
Pero no es la historia del hombre-pez (Guillermo del Toro, “La forma del agua”, EE.UU., 2017) lo que importa, ni la disputa entre las mafias rusa y estadunidense por apropiarse la “curiosidad”, ni el trabajo como aseadoras de las dos amigas, ni la vida de una de ellas con un hombre casi inexistente, no, lo que importa es la relación del hombre-pez y la delgada mujer muda que limpia el laboratorio para investigaciones de “la súper potencia”, relación que al principio  es de curiosidad, temor y rechazo y que, poco a poco, se va transformando en acercamientos y, finalmente, en amor.
Si el amor, como el agua, no reconoce forma hasta que se enamora y toma la de los cuerpos de los amantes, ¿importa que una mujer muda y un hombre que no alcanzó a ser hombre se amen?
Ante la prohibición y la brutalidad el amor se rebela y ,como el agua, busca cauces. El policía malvado no ha de triunfar sobre el romanticismo de los amantes. El soplón se quedará mudo. Las rejas se transformarán en alas. Y la lluvia -propicia, salvadora- llegará a revivir, a transformar todo.

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