viernes, 1 de septiembre de 2017

La vida, por Israel González

La vida

Israel González

1

Estaba a un paso de iniciar la escritura de su primer libro de poesía, cuando un

arbolazo lo mató.

2

Nunca pensó llegar a los cincuenta; pero ahora que estaba en los cincuenta y seis,

hipertenso y con una diabetes incipiente, no había manera de decir que no, de dar

la espalda a los días –pocos o muchos- que le quedaran de vida.

3

Maldito tiempo. Malditos segundos y malditos minutos que nunca dejan de pasar;

indiferentes al sudor que brota de todas partes y al corazón que late como tambor

a punto de reventar; devoradores de todo lo que es, de todo lo que piensa. Un día

he de ganarte, tiempo. Un día he de sortear sin angustia tus olas inconmovibles e

ir más allá.

4

Cuando volvimos por la tarde a casa, estaba allí, pegada en la pared blanca de la

sala, sin moverse, como un tatuaje oscuro que hubiese dejado la noche. ¿Era el

alma de quién? ¿Premonición de qué?

5

No vivió mucho tiempo. A los dieciséis años el médico detectó leucemia. El cáncer

llegó como acostumbra: sin avisar. Sin avisar, una noche comenzó a desangrarse.

Sin avisar, sobrevivió a las quimioterapias un año y seis meses. Y así, sin avisar,

un día nos enteramos de su muerte.

6

Vivir ochenta, noventa o cien años es abofetear a la muerte y burlarse de la vida.

¿Qué se hace a esas edades estratosféricas? ¿Cómo se vive? ¿Se vive?

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