EL MEZQUITE
Israel González
Parecía desbarrancarse, sufrir en los meses de más
agobiante calor; pero continuaba allí, solo, erguido, rugoso, calcinado de
tantos junios vividos.
Desde el inicio del camino de piedra se divisaba en
lo alto: grueso, viejo, cansado. La mitad de sus raíces pendía en el vacío y,
la otra, se aferraba con fuerza al terreno ardiente.
Ningún viento había podido con él, ninguna sequía.
Era el árbol predilecto de los zopilotes, las
lagartijas y las avispas, y el refugio seguro del polvo y las alimañas.
En los días de seco calor pedregoso, era la viva
imagen de la desolación.