Traicionar a la familia
Israel González
Dení, a los 19 años, “traicionó” a su familia cuando decidió irse con la guerrilla (“Flor en otomí”, México, Luisa Riley, 2012).
Lo mismo hicieron Carmen, Esther, Raquel y Lety (“Plaza de la soledad”, México, Maya Goded, 2016) al elegir la prostitución como un modo de ganarse la vida.
Los hijos “traicionamos” a nuestros padres cuando nos negamos a pensar como ellos, a estudiar la carrera que eligieron para nosotros y a vivir una vida bajo su supervisión y a su imagen y semejanza.
“Traicionamos” cuando pensamos por cuenta propia y vivimos la vida como queremos.
“Traicionamos” cuando no somos incondicionales de nadie, ni siquiera de nuestros hermanos y amigos.
En “Hedi: Amor y libertad” (Túnez-Bélgica-Francia, Mohamed Ben Attia, 2016), el personaje principal no puede vivir la vida que quisiera porque el amor de su madre es tan grande que eligió con quien casarlo y hasta le consiguió trabajo con el futuro suegro.
Casarse sin amor, trabajar en una empresa que, como su madre, está todo el tiempo encima de él y donde, además, no puede desarrollar su talento como dibujante, es la agobiante realidad de Hedi.
Pero un día Hedi conoce a una joven bailarina. Y se enamoran. Y comparten el sol y el mar y la noche siempre propicia y sus jóvenes cuerpos. Y viven días felices aunque ella no sepa que pronto Hedi se casará…
“Hedi…” es una historia de amor que evita caer en la cursilería y en el final de telenovela lacrimosa.
Hedi se libera. Hedi “traiciona” a su madre y a su hermano y a su “novia” para ser él, para tomar las riendas de su destino, para vivir la vida en libertad.
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