Casi tragedia
Israel González
Como en el “albergue” de la atroz Mamá Rosa, en la película
El mudo (Perú-Francia-México, 2013, Daniel Vega Vidal y Diego Vega Vidal)
parece que nada pasara.
Es Perú. Es la casa y la vida del abogado incorruptible –hasta
el odio y el insulto de sus frustrados sobornadores- Constantino Zegarra.
La hija adolescente tiene un efímero conflicto amoroso que
no la lleva de ningún modo a cortarse las venas.
La mujer –abogada también- está allí junto a él y a la hija
siempre.
Una mano anónima, molesta por su apego a la ley, le dispara
en el cuello y Constantino Zegarra queda mudo. Pierde el trabajo; pero no pasa
nada que pueda etiquetarse como catástrofe pues más adelante empezará a
recuperar la voz.
Por cuenta propia Constantino Zegarra se da a la
investigación de su casi asesino.
No puede evitar llorar cuando su hija confiesa que no será
abogada. Pero su gran dolor no va más allá de unas cuantas lágrimas de
cocodrilo.
El hombre al que investiga Constantino Zegarra vive en un
edificio de apartamentos que parece no ser muy seguro porque sus habitantes
viven enrejados.
Cuando el supuesto casi asesino –en realidad chivo
expiatorio- se arroja del edificio para no ser atrapado ninguno de los
representantes de la ley que acompañan a Constantino Zegarra es culpable, pues
allí como en China y como en México se protegen entre ellos.
Quizá valga la pena ver una película donde la tragedia nunca
toma forma, donde el dolor apenas se adivina, donde lo único que se desborda es
la luz que ilumina la pantalla.
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